¿Cuántas veces habéis visto un videoclip de esos de un cantante de moda en el que sale en la fiesta de un fabuloso hotel con todo el mundo vestido de blanco alrededor de una gran piscina y con un bar de fondo rebosante de mojitos? En ellos el artista se suele pasar toda la canción refregándose contra unos y otras, hasta que de repente se quedan todos en ropa de baño y bailan sin parar mostrando ellas sus traseros bien morenos y turgentes a la cámara y ellos unos torsos mejor depilados que mis ingles y con unos perfectos abdominales que bajan en cascada hasta casi la cintura de sus bañadores.
Seguro que estáis hartos de verlo por televisión o en YouTube y seguro también que más de uno ha pensado “¡ojalá yo estuviera en ese fiestón ahora mismo!”. Pues he de deciros que podéis morir de envidia porque yo he estado. ¡Así es! ¡Y de pura casualidad!
Me encontraba con una amiga de vacaciones fuera de temporada en un hotelito de la Riviera Maya cuando un súper conocido, joven y afamado cantante de cansinas melodías pegadizas hizo su aparición junto a mi hamaca en la piscina, dando una última supervisión a la localización que sus productores habían escogido para grabar el videoclip de su nuevo tema. No diré su nombre porque ya sabéis que soy una chica muy discreta, pero es un muchacho al que dan ganas de hacerle una “itv” completa, una reanimación boca a boca y una escultura, todo tras echarle un solo vistazo, independientemente de que te guste su música o no.
Y fue muy pícaro al lanzarme una sonrisa cómplice tras recibir la mirada más lasciva que no fui capaz de reprimir. Por supuesto, el personal del hotel, empezó a pedirnos a todos los turistas con mucha cortesía que fuésemos desapareciendo de la zona, e incluso colocaron carteles por todas partes para anunciar el evento y la restricción del acceso durante la grabación. Mi amiga y yo nos fuimos de allí pero nos dedicamos a husmear por pasillos y salones todo el día observando los preparativos. Y fue así, huyendo de una sala de catering donde nos habíamos colado a reponer fuerzas, como tropezamos de bruces, en el sentido más literal, con los productores del videoclip. “Oye, ¿vosotras dos tenéis algo que hacer esta tarde? Nos faltan figurantes y aunque no se paga mucho podríais llevaros un buen rato de diversión viniendo a grabar con nosotros.”
¡Y vaya si lo tuvimos!
Al susodicho cantante le gustó reconocerme y después de mucho frotarse contra mí por exigencias del guión, me propuso repetirlo sin ropa ni testigos, fuera de cámara en su lujosa suite. Al principio me sorprendió un poco ya que la rumorología siempre había etiquetado a este chico de homosexual, pero como yo no soy de negarme a ninguna fiesta que la suerte ponga en mi camino accedí, pese a que el reggaetón nunca me ha gustado ni me gustará. Aunque la mayor sorpresa y lo mejor estaba por llegar. En su habitación nos esperaba otro maravilloso adonis con el que me preguntó si no me importaría compartirle. Y ahí ya me ganó el corazón. ¿O acaso no es el saber compartir una de las mejores cualidades que una persona puede tener? Por eso no tardé en desprenderme del pareo y del minúsculo bikini y zambullirme entre aquellas dos maravillas de la naturaleza.
Con todo tengo que decir que, después de una estupenda maratón de sexo a tres, y “perreo” variado, le confesé que no pensaba comprar sus discos bajo ningún concepto por bien que me lo hubieran hecho pasar. Aunque me guardaré la copia que me dio del videoclip por aquello de que doy muy bien en cámara junto a los muslazos de un atractivo y joven artista. ¡Ah, y una cosa! ¡Espero que me reconozcáis cuando me veáis por la tele!