¡A qué sitios tan maravillosos nos lleva la imaginación! Podemos soñar con tantas cosas estando despiertos. Viajar a un montón de sitios lejanos y hasta vivir situaciones que no hemos experimentado. Ver seres magníficos e inexistentes y ser protagonistas de la mejor de las aventuras.
Nos permite sentir, desear y, cómo no, disfrutar. Porque, seamos sinceros, no hay nada mejor que la imaginación para dejarse llevar por nuestras manos y erotizarnos. ¿O me equivoco?
Hoy os propongo que pongaís en marcha a esa loca que nos lleva al mejor de los finales, y lo hago con este poema de Nuria Cifredo, de Relatos de Salamandra, titulado «El desayuno»
El desayuno
Bebo el café mirando el fondo de la taza
mientras siento tu mano entre mis piernas.
Mirando al techo sonrío y,
sin quererlo,
las abro generosamente
y giro la cabeza buscando alrededor quien pueda observarme.
La conversación de mi acompañante resuena
como un hilo musical cualquiera,
porque yo solo oigo tus susurros
que se cuelan desde el oído a mi corazón
y bajan hasta mi pelvis.
Me fijo en el camarero
y en el señor de la barra,
y en los gestos de mi amiga mientras habla,
que con las manos ventea el aire
haciéndome aspirar tu aroma,
tan cercano,
haciéndome creer que tú estás aquí,
enredado en mi cuerpo,
desmadejando mi pelo.
No sabe a nada mi desayuno
porque mi boca se ha llenado de tu lengua.
Me balanceo inquieta en mi asiento
queriendo sentirte en mi interior,
deseando que llegues a lo más profundo
y aproveches la humedad que me produce tu recuerdo.
Con cada trago un ligero espasmo,
un temblor dulce que me recorre
como cuando lo hacen la yema de tus dedos,
e involuntariamente surge un suspiro de dicha y alivio,
de satisfacción contenida.
Y mi pequeño almuerzo acaba.
Ahora solo me faltas tú