Hoy es 14 de febrero y muchas personas celebran el día de San Valentín o día de los enamorados, pero también es el día europeo de la salud sexual y conviene recordarlo. Ambas cosas, amor y salud sexual, parecen estar obviadas, olvidadas o minusvaloradas cuando nos referimos al adulto mayor.
Las personas al llegar a la vejez, nos encontramos con multitud de limitaciones en muchos aspectos importantes de nuestras vidas, de ahí que exista el término edadismo, una palabra que acuñó Robert Butler en la década de los años 60 para referirse a los prejuicios y estereotipos existentes en relación a la edad. Diversas investigaciones indican que la discriminación por motivos de edad puede ser, actualmente, incluso más extendida que el racismo y el sexismo, y tiene graves consecuencias para el conjunto de la sociedad. Por eso, es importante informar y concienciar sobre la discriminación que sufren las personas mayores.
Por poner un ejemplo, la existencia de manifestaciones sexuales de cualquier índole durante la vejez es constantemente negada, criticada, rechazada o dificultada por gran parte de la sociedad.
Los mitos más extendidos y comunes en la actualidad sobre la sexualidad en el adulto mayor son que el sexo no es importante para las personas mayores, que en los últimos años de nuestra vida somos asexuales, que el interés por las relaciones sexuales es algo anormal en gente de edad avanzada, que en esta etapa evolutiva no se tiene la capacidad física suficiente para practicar sexo… En resumidas cuentas que, en el caso de la mujer, la sexualidad se debilita o desaparece con llegar a la menopausia y, en el del hombre, ya no se tiene el vigor suficiente para practicar sexo. En ambos casos, parece que la sexualidad se elimina una vez pasada la edad reproductiva.
No sólo eso, sino que se rechaza la orientación sexual fuera del modelo cisheteronormativo, como si una persona de 80 años no pudiera, o no debiera, ser gay y practicar sexo con su pareja. Manifestaciones públicas de afecto son señaladas y hasta ridiculizadas, incluso, se utilizan términos peyorativos como “el viejo verde” para referirse a aquel que tiene cualquier gesto o comentario relacionado con la erótica o el placer.
Recordemos que todas las personas somos seres sexuados desde que somos concebidos hasta que morimos, y que no podemos obviar el sexo, la sexualidad o la erótica de nuestras vidas. Es cierto que pueden presentarse dificultades físicas motivadas por diversas patologías o toma de medicamentos pero, si entendiéramos que las relaciones sexuales van más allá del coito y los genitales, y que nuestro mayor órgano sexual es el cerebro, podríamos disfrutar más del sexo a través de los gestos, miradas, besos, masajes, abrazos, caricias y demás juegos eróticos, independientemente de nuestra edad o estado físico.
Son muchos los mitos, prejuicios, estereotipos y actitudes negativas a las que se enfrentan mujeres y hombres en esta etapa vital. Además, sigue habiendo una brecha de género cuando opinamos sobre los tipos de relaciones afectivas a estas edades. En el caso de las parejas intergeneracionales (cuando entre dos personas hay una diferencia de edad considerable) está bien visto un hombre mayor con una chica joven, pero resulta ridícula la unión cuando es al contrario. Este tipo de diferencias de género hay que eliminarlas del imaginario colectivo, al igual que la LGBTIfobia de las personas mayores. Hay individuos que sufren una doble discriminación por el hecho de ser ancianos y, además, pertenecer al colectivo LGBTI.
Su autoestima y salud emocional pueden verse afectadas por este tipo de cuestiones. Su salud sexual no sólo va a depender de la esfera física, sino también de la mental. En los centros de día o residencias de personas mayores habría que hablar más de sexo con total naturalidad. Que existiera un espacio para informar o debatir sobre temas relacionados con el Hecho Sexual Humano desde una perspectiva biopsicosocial (sexo, sexualidad y erótica). Así, aspectos fundamentales como quiénes somos, cómo nos sentimos y nos expresamos, qué deseamos y cómo vivimos la erótica, cómo nos vinculamos o cómo evolucionamos, tendrían la importancia y el tratamiento que se merecen a la hora de asistir, tratar o trabajar con personas ancianas.
El envejecimiento es una etapa más de la vida y, como todo, tiene sus pros y contras, aunque lo más importante será neutralizar los conceptos negativos o los estereotipos con el valor positivo y el reconocimiento de la pluralidad en la senectud. Los cambios que vivimos (tanto físicos como psicológicos) debidos a la edad deben ser objeto de respeto.
Llegar a la vejez es un verdadero regalo de la vida y el tratamiento social que se les debe dar a las personas de estas edades tiene que ser respetuoso e igualitario con respecto a otras etapas vitales. El adulto mayor sueña, se excita, busca el placer o se emociona al igual que una persona joven, ¿por qué no le damos el valor humano que merecen? Temas como el autoerotismo, la diversidad relacional y sexual o el placer deben validarse también a estas edades. La educación sexual es un derecho humano que tenemos todas las personas, al igual que el derecho al placer.
Empaticemos con nuestros mayores y pensemos que, el día de mañana, probablemente seremos nosotros los que deseemos encontrar en los demás una mirada cómplice y respetuosa que no nos critique ni ridiculice por el mero hecho de vivir nuestra sexualidad de forma sana, placentera y libre.
«Y si fuego es lo que arde en los ojos de los jóvenes, luz es lo que vemos en los ojos del anciano»
Victor Hugo
