Ahora más que nunca tenemos claro que la higiene es fundamental en nuestro día a día. La de las manos pero siempre también la del resto del cuerpo. Además hay que formar parte de una burbuja para socializar lo justo entre familiares y amigos. Una vez controlados todos estos temas ya podemos pasar a aunarlos. Y como mi novio y yo procuramos cumplir la normativa a rajatabla, hemos decidido aprovechar la circunstancia para duchamos juntos al menos dos veces en semana. Lo hemos convertido en nuestro nuevo ritual. Y, por supuesto, siempre nos gusta llevarlo al terreno sexual y disfrutarlo de distintas formas como un juego más.
Si nos pilla en mi apartamento, el tamaño de mi cuarto de baño no da para piruetas ni posturas arriesgadas. Así que nos limitamos a besarnos bajo el agua, muy abrazados, mientras nos aseamos procurando mantenernos de pie sin movernos, ya que el espacio no nos permite siquiera cambiar los brazos de posición. Sin embargo esa misma imposibilidad de tocarnos de otras formas nos ayuda a ponernos a cien y a desear querer terminar rápidamente para continuar con la pasión en algún otro sitio seco y más seguro. Pero cuando nos toca en casa de Pablo que tiene una placa de ducha más grande y una columna de hidromasaje fabulosa… ¡la cosa da para mucho más!
Comenzamos con un par de besos y enseguida pasamos a enjabonarnos mutuamente. Esta ya, por sí sola, es una tarea muy excitante si la haces sin prisas y recreándote en repasar en su totalidad el cuerpo del otro. Con la ducha de mano Pablo va limpiando la espuma que haya quedado en mi piel para lamerme a gusto sin terminar haciendo pompas de jabón. Le encanta pasar la lengua por mis pezones a la vez que va cayendo el agua. Por supuesto yo mientras aprovecho para meter mis manos entres sus piernas e ir tanteando sus ganas de más. En cuanto se despista tengo sitio de sobra para agacharme, besuquearle el pecho y bajar hasta encontrarme de bruces con su sexo bien duro. Sin darle tiempo a nada, me lo meto en la boca mientras él deja chorrear el agua templada por mi cabeza. No dejo que termine y seguimos jugando: con la presión de la ducha en mi clítoris, o con los diferentes surtidores que voy dirigiendo a sus nalgas, o incluso con el cepillo de frotarnos la espalda y que utilizamos para reactivar cualquier otra zona erógena. Antes de darnos cuenta estamos los dos a punto de caramelo, de pie, juntos, sus dedos dentro de mi agitándose con energía, mientras yo le masturbo bajo la potente lluvia de la cabeza principal de la columna de hidromasaje. Hasta que acabamos con unos orgasmos acuáticos, tan a gusto, tan relajados, tan limpios…
La verdad es que había tenido sexo en la ducha en muchas ocasiones anteriores en mi vida, pero como tantas otras cosas, todo es diferente según la pareja y los enfoques. Y yo con Pablo siempre encuentro el modo de sacarle el jugo a las circunstancias que nos toque vivir. Aunque si, por lo que sea, tú no tienes una pareja en estos días con la que practicar este tipo de protocolos de limpieza, no dudes en hacerlo solo o sola. Te aseguro que lavarse con mimo puede llegar a ser muy, pero que muy, satisfactorio.