Desde que existe el arte de la interpretación, los hombres se han disfrazado de mujeres para asumir papeles femeninos. El travestismo en el escenario es tan antiguo como el teatro en sí mismo. Pero fue a finales del siglo XIX cuando nació lo que hoy conocemos como “drag” o transformismo.
La caraterización o disfraz, con el que una persona adopta los modismos culturales que se suelen asignar al género opuesto, es una práctica llevada a cabo en algunas culturas a modo de expresión artística y de entretenimiento. El hombre que se transforma en una drag queen actúa desde el estereotipo de una mujer de rasgos exagerados, con una intención generalmente cómica o satírica.
También existen en el lado opuesto, los llamados drag kings, que serían mujeres (o personas de género no binario) que exploran la masculinidad a través de la caracterización y actuación sobre el escenario.
Los orígenes del transformismo
Los orígenes de esta práctica artística se refieren a los inicios del teatro, cuando a las mujeres no se les permitía actuar y los hombres tenían que disfrazarse para interpretar los personajes femeninos.
Más concretamente, el origen de las drag queen parece que podría remontarse al burlesque victoriano, durante la segunda mitad del siglo XIX, en el reinado de la monarca británica Victoria.
En cuanto al término “drag”, aunque se hace popular entre los años 50 y 60, parece que su origen envuelve distintas hipótesis.
En relación con lo que comentábamos sobre el teatro, “drag” se traduce del inglés como «arrastrar» y podría hacer referencia a los vestidos que llevaban los actores: “Drag along the floor” (arrastrar los vestidos por el suelo).
Por otra parte, “drag” también podría ser acrónimo de “Dressed Resembling a Girl” (vestido pareciéndose a una chica).
La primera drag queen
Julian Eltinge, suele ser reconocida como la primera drag queen popular de la historia. William Dalton, que fue su nombre de nacimiento llegó a ser uno de los actores de cine y teatro estadounidense mejor pagados. Hizo 36 películas y fue portada de muchas revistas.
Al parecer, con tan solo 10 años, su propia profesora, impresionada con su habilidad para imitar a las mujeres, fue quien le animó a continuar con este arte.
Su primera actuación en Broadway fue una comedia musical (1904) y posteriormente comenzó a actuar en el vodevil.
Como transformista destacaba porque, más que realizar una parodia, creaba la ilusión de que era verdaderamente una mujer. De manera que al final del espectáculo se quitaba la peluca, provocando una gran sorpresa en el público.
Su éxito era tal en aquel momento que llegó a crear su propia revista Eltinge donde daba consejos a las mujeres sobre belleza y moda.
En 1911 estrenó el más famoso de sus espectáculos The Fascinating Widow (La viuda encantadora). Fue tal el éxito que le dieron su nombre a un teatro de Nueva York.
Paradójicamente, mientras mostraba una gran feminidad en sus actuaciones, en la vida real solía comportarse de manera muy masculina, hasta el punto de pelearse públicamente a puñetazos con hombres que cuestionaban su masculinidad. Algo bastante común, debido al hecho de nunca llegar a casarse, pues dio lugar a rumores sobre su homosexualidad.
Tras la Gran Depresión continuó su espectáculo en clubs nocturnos, con poco éxito, debido a las campañas contra el transformismo en público. Pero, en cualquier caso, se le considera uno de los mejores transformistas del siglo XX.
El boom de las reinas de la noche
Hoy en día a las drag queens se las conoce como “reinas de la noche” y se han convertido en un fenómeno mundial de activismo LGTBI. Pero este género artístico y estilo de vida tuvo que recorrer un largo camino lleno de prejuicios y dificultades para llegar hasta aquí.
Tras la Segunda Guerra Mundial, ya existen drags populares como Danny La Rue, en el Reino Unido, famoso en la década de los 50; o Dame Edna Everage, creación extravagante del actor Barry Humphries, en la década de los 60. Pero, la drag queen moderna nace en clubes clandestinos a partir de esta década, algo que queda patente durante los disturbios de Stonewall (1969), ya que fueron especialmente drag queens y mujeres transexuales, como Marsha P. Johnson, quienes protestaron contra las redadas policiales en bares gays de Nueva York.
Paris is Burning
Dirigido por Jennie Livingston (1990)
El premiado documental Paris is Burning (1990) muestra un movimiento conocido como cultura “ball”, época dorada de los bailes drag, y los famosos desfiles de Nueva york, en los que participaban gays, latinos y afroamericanos, además de la comunidad transgénero.
A principios de la década de los 90, RuPaul comienza a forjarse como la drag queen más exitosa de la historia de Estados Unidos y en 2009 pone en marcha el premiado programa Drag Race. Esta edición anual en Los Ángeles, RuPaul’s Drag Race, a la que asisten miles de personas, ya lleva varias temporadas y se ha convertido en un fenómeno global que da legitimidad al arte del transformismo.
En la cúspide de su fama mundial, en 2017, la revista Times lo nombró como una de las 100 personas más influyentes. Sin duda, RuPaul ha contribuido a hacer más popular que nunca la cultura drag.
Para terminar, podemos entender mejor lo que es ser “drag” con sus propias palabras:
“Drag is really about mocking identity. Drag is really about reminding people that you are more than you think you are. You are more than what it says on your passport”
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Foto de portada: Cartel promocional de «RuePaul Drag Race». Programa televisivo que ha sido galardonado, de nuevo, con el Emmy al mejor reality / concurso de la televisión norteamericana.