Hablar de “sexualidad”, así en singular, puede llevarnos al error de simplificar demasiado. Deberíamos hablar de “sexualidades”, en plural, dado que el universo de lo sexual es uno de los aspectos más complejos y diversos del ser humano. También el mundo animal nos sorprende a menudo en este aspecto y, por ejemplo, el comportamiento homosexual se ha observado en cientos de mamíferos, aves y otras especies (los bonobos, que son los animales más cercanos genéticamente a los seres humanos, la practican ni más ni menos que con fines sociales).
La diversidad se encuentra en muchos aspectos del ser sexuado: en el tipo de prácticas sexuales que tenemos, en el sujeto u objeto de deseo, en las fantasías, en nuestra identidad…
Por una parte, está lo que se conoce como orientación del deseo sexual y en un principio se suponía que todas las personas se sentían atraídas por individuos del sexo opuesto, siendo heterosexuales. Pero existen muchas personas que pueden sentirse atraídas por sujetos del mismo sexo, a las que se califica de homosexuales. Más recientemente se comenzó a hablar de bisexualidad al referirse a personas que pueden sentirse atraídas tanto por hombres como por mujeres. Pero, más allá de esas tres etiquetas, han aparecido otros términos actualmente que pretenden abarcar una mayor diversidad de orientaciones como pansexualidad (atracción hacia otras personas independientemente de su sexo o género) o asexualidad (falta de orientación o interés sexual).
Existen muchos mitos relacionados con estas etiquetas, a menudo se dice que los hombres homosexuales tienen pluma, que las lesbianas son machorras, que las personas bisexuales son viciosas. Confundir la orientación sexual con feminidad y masculinidad o con promiscuidad, es un error.
Además, clasificar a las personas según su orientación no es tan sencillo porque tendríamos que definir de manera muy precisa cuál es el parámetro de partida, es decir, para decir si alguien está en una categoría u otra ¿nos basaríamos exactamente en qué? ¿sus relaciones sexuales, sus deseos, sus fantasías? ¿existe realmente alguien 100% heterosexual, 100% homosexual…?
Por ejemplo, hay personas que experimentan durante la adolescencia con sujetos de su mismo género y posteriormente mantienen relaciones heterosexuales el resto de sus vidas, ¿cómo se definirían? Hay personas que se consideran heterosexuales pero que se excitan con fantasías homosexuales, de hecho, sucede con bastante frecuencia, ¿eso las convierte en bisexuales? Hay quien mantiene relaciones con alguien que tiene un cuerpo biológico que no se corresponde con su identidad de género o que no se considera hombre ni mujer, ¿sería homosexual, heterosexual…?
En este punto se hace necesario hablar también de identidad de género ya que aquí tampoco las cosas son tan simples como se suponía. En principio se creía que sólo existen mujeres y hombres donde todo coincide: sus genitales, la percepción de su género, sus cromosomas… Hoy sabemos que hay muchas excepciones y que en la formación de un individuo intervienen muchos procesos, en primer lugar, durante el desarrollo cerebral fetal (hormonas, genética) y que posteriormente interaccionan con la educación y vivencias del individuo.
Así, algunas personas se denominan transexuales cuando su identidad de género percibida no coincide con el cuerpo que se le atribuye a un hombre o mujer. Otras personas se autodesignan como transgéneros e independientemente de sus cuerpos pueden vivir su género de una manera u otra o no encasillarse en la categoría fija de hombre o mujer.
Existe también la intersexualidad (o intersexualidades ya que hay muchos tipos distintos), es decir, cuando los genitales de una persona no pueden ser clasificados al 100% dentro de las categorías de hombre o mujer, y esto sucede en un porcentaje bastante mayor de lo que imaginamos.
Hay quienes se visten con ropas atribuidas al género contrario, únicamente en la intimidad o para salir, y eso les excita (o no). Se le llama crossdressing o travestismo.
Y así un sinfín de maneras diferentes de vivirse y relacionarse sexualmente con otros.
Aunque a menudo esas clasificaciones sean necesarias para visibilizar lo que ha permanecido oculto por mucho tiempo, a su vez nos limitan y nos obligan a encasillarnos en categorías excluyentes y estables, lo que a veces puede llevar a confundir a las personas. Tener que definirte te cierra la posibilidad de experimentar y de vivir la sexualidad y el género de una manera más libre.
Si alguien decide ponerse una etiqueta para hacer visible otras realidades diferentes a la norma hay que respetarlo, pero no debemos etiquetar a los demás, y mucho menos tener prejuicios hacia alguien (en el terreno sexual como en cualquier otro) por el mero hecho de ser diferente.
La diversidad aporta riqueza siempre, en cualquier aspecto de un ser vivo. Ser diferente debería verse como un valor y no como un defecto. ¡Seamos diversos!
¿Dónde está la diferencia?
Video de Colombia Directa y la Octava Productora
1 comments
Mira este tema me parece muy bueno desde hace tiempo estoy «empeñado» en relacionarme con una chica lesbiana ¿qué opinas?.-
Agradezco comentarios,un abrazo