Pedro, que es un amigo mío del que ya os he contado alguna que otra aventurilla, está muy cansado de los tópicos en sexo con los hombres y la otra tarde estuvo durante dos largos cafés reivindicando que ellos son tan sensibles como las mujeres, que les gusta y necesitan por igual tantas caricias y que les hagan sentir cosas diferentes como exige cualquier chica. Todo esto venía a cuento de una relación que está manteniendo con una estudiante de arte con la que lleva tres semanas y con la que cree que tiene posibilidades de estabilidad.
Pero eso me lo suele comentar de todas las chicas con las que sale, que no son pocas.
La cuestión es que me contaba que habían tenido una fabulosa y agotadora sesión de sexo de cuatro horas cuando al terminar, su chica le dijo: “voy a dibujarte”. Él se pensó que le había inspirado lo suficiente para que ella se decidiera a hacerle un retrato. Sin embargo, no se refería a eso. Sacó sus rotulares y empezó a dibujar sobre su piel, como si de un tatuaje se tratara. En un primer momento a Pedro le pareció muy divertido y me confesó que estaba seguro de que aquello no iba a ser más especial, pero se equivocaba. Una vez que descansado y desnudo en la cama se hubo relajado tras los primeros trazos, y mientras iban hablando, comenzó a tener sensaciones muy agradables. Cerró los ojos y se dejó llevar por la caricia de la punta del rotulador sobre su muslo y por el calor de la mano izquierda de su chica que iba apoyando en distintas zonas de su cuerpo. Ella le iba dibujando diferentes cosas por toda la piel y él jugaba a ir adivinando qué era. Por cierto, me dijo que era dificilísimo acertar. Sin darse cuenta estaba viviendo un momentazo de lo más erótico y afirmó que nunca antes había experimentado con algo tan sencillo tanta excitación. Nunca ninguna pareja le había agasajado con muchas caricias después de hacer el amor, y ya sólo la enorme atención que le estaban prestando era un bonito regalo para él.
Continuaron con la sesión artística un buen rato. Pedro se dejó hacer del todo y ella al parecer disfrutó tanto como él. Me estuvo describiendo al detalle las maravillosas sensaciones de las que había disfrutado y cómo había cambiado su concepto del “después”. Obviamente tras tanto tiempo de relajación, en el que Pedro se encontraba plenamente recuperado, y sólo cuando ella dio por terminada la obra pictórica, no le quedó más remedio que agradecérselo con otro asalto sexual en el que volvieron a divertirse de lo lindo.
Sólo me habló de dos inconvenientes en todo aquello: por un lado, que las sábanas se le mancharon bastante y todavía no ha conseguido dejarlas limpias del todo; y por otro, que él también sufrió lo suyo para quitarse del cuerpo todos los dibujos. Así que para la próxima ocasión ya han decidido que la sesión artística, la tendrán con pintura de chocolate, porque está deseando repetir.