Dice mi amigo Pedro que desayunar en la cama es de los mejores caprichos que se puede dar una persona. Yo no lo veo nada interesante, pero a lo mejor es porque a mi no me gusta desayunar, ni dedicarle mucho tiempo en las aceleradas mañanas que forman mi vida. Yo prefiero un café rápido, de pie, junto a la encimera de la cocina y salir pitando. Incluso los fines de semana, cuando encuentro muchas mejores cosas que hacer, que estar cocinando nada más abrir los ojos.
Pero Pedro no es así, a él le gusta disfrutarlo tanto si está solo, como si se encuentra acompañado. Cuando tiene a alguna chica en casa y se siente cómodo con ella, siempre le prepara el desayuno. Porque, por supuesto, sabe que eso creará una situación entre ellos muy propicia para tener un par de horas de sexo muy intenso y bien recargados de energía. Eso sí, tiene que ser un desayuno abundante: zumo, fruta troceada, cereales con leche de soja, un café de tueste natural y recién molido por él mismo, ricas tostadas de pan de cereales con jamón y tomate natural, algo de bollería casera e incluso algún pastelito de nata y bombones que rematen dulcemente la comilona. Y suele triunfar, casi siempre. Él dice que eso les entona, les hace compartir unas risas, y tener tema de conversación ya desde recién levantados y cuando pasan a mayores todo lo que haya sobrado del desayuno, les sirve para inventar algún juego erótico que les de más cuerda. Me ha contado varias veces cuánto le gusta comerse la fruta habiéndola repartido antes por la columna de su acompañante. O cómo suele esparcir miguitas de pan por el pecho y la tripa de su amiga para que al ir recuperándolas con la boca hacerla reír por las cosquillas, algo con lo que Pedro disfruta enormemente. Y por supuesto para coronar tan gastronómica relación siempre guarda para el final algunos lametones en sus pezones con la crema de los pastelitos o directamente derritiendo bombones con su lengua en la boca de su amante, para después conseguirle dulces orgasmos de chocolate a base de sexo oral.
Desde luego yo votaría con rotundidad que sí para que un desayuno así fuera obligatorio para todos una vez cumplida la mayoría de edad. Comprendo la energía que puede aportar y el subidón con el que sales a la calle después de algo así. Aunque como ya he dicho, para mi un café por la mañana, antes de nada más, es único y fundamental. Seguramente por eso Pedro y yo no llegamos a congeniar del todo en nuestros encuentros sexuales. Él tan excesivo al levantarse y yo sin ganas de hablar. Pero tuvimos suerte de encontrar el equilibrio por otro lado y pasar a ser buenos amigos. Tan buenos, que como yo me levanto y solo me entretengo en tomarme un café, soy la que le compra el pan, los pasteles y le lleva a su casa a primera hora todo eso que él necesita para complacerse a si mismo y a sus amigas. Él a cambio, a última hora de la tarde me invita a unas cervezas y me cuenta con detalle todo lo que ha hecho con tanta comida. Y eso para mí también es una necesidad casi a diario.