¡Dos años estuve con los brackets puestos!
¡No pensaba yo que se me fueran a hacer tan largos los días con aquello enganchado a los dientes! El resultado desde luego mereció la pena el esfuerzo, pero me costó mucho al principio habituarme a llevarlos, así como el tener que eliminar algunos alimentos de mi completísima dieta. Aunque sobre todo, lo que me costó unos meses aprender fue a usar la boca en los temas íntimos y a manejarme con mucha más delicadeza que en otras ocasiones a la hora de hacer disfrutar del sexo oral a mis parejas, por aquel entonces muy diversas.
Parece que no va a influir tanto, o mejor dicho, es un tema tabú sobre el que el ortodoncista no te previene, pero hasta los besos saben de otro modo cuando tienes la boca llena de chismes de acero. Y cuando una se acostumbra, resulta que siempre hay algún chico al que le da reparo hacerse daño al meterte la lengua para un buen beso. Sin embargo, como todo en esta vida, con un poco de práctica se sobrelleva sin problemas.
Y hablo siempre y cuando no tengas la boca llena de llagas del roce, que entonces no te apetece en absoluto que venga nadie a toquetearte las heridas. Quizás si acaso, sea algo más complicado cuando las dos bocas enfrascadas en besarse estén repletas de metales, algo por lo que yo no he pasado y. por supuesto, no tengo que aclarar que en los momentos en los que te ponen las gomas de una mandíbula a otra, hay prácticas que tienes que abandonar por completo o bien adaptarlas al nuevo diámetro de tu garganta.
Todo depende también mucho lógicamente de cómo sea tu ortodoncia, ya que no es lo mismo llevar unos sencillos brackets, que tener botones linguales o expansores en el paladar. Sí que es cierto que la muy arriesgada fórmula de hacer coincidir tus aparatos con los piercings en zonas húmedas y estratégicas de tu contrincante en la cama, es bastante más difícil pero también tiene su morbo, pero hay veces que la vida te pone por delante tan buenas oportunidades que no se pueden desperdiciar sólo por miedo.
En general, creo que conviene tener bastante confianza y sobre todo mucho sentido del humor para ir solventando todos los problemas que puedan surgir sobre la marcha. Por supuesto, lo que sí que es muy importante además de la higiene del aparato dental, para que por ejemplo no te cree mal aliento, es como siempre digo, la salud y la prevención. Por lo que cuando se usa preservativo, ¡hay que controlar por todos los medios que no sufra ni un rasguño! Claro que lo de dentro tampoco debería sufrirlo, así que es mejor practicar mucho con alguna fruta antes o decantarse por usar alguno de los protectores de silicona que existen en el mercado. Yo tuve suerte porque la mía no fue una ortodoncia complicada. Lo único algún pelito que más de una vez se me quedó enganchado donde no debía, pero lo recuerdo siempre como un mal menor.
Cuando por fin llegó el gran día, el momento en el que mi dentista me despojó de aquella tortura, me sentí tan liberada que decidí lanzarme con algo a lo que llevaba mucho tiempo dándole vueltas. Ya no tenía que volver por la consulta y me había cogido la cita a última hora para poder estar más tranquila y tener tiempo para lo que pretendía. Habían sido muchos meses tumbada en aquel sillón sólo sufriendo y teniendo delante de mí a un encantador y atractivo ortodoncista al que yo me volvía loca por besar, ya sin aparato. Y como había ido tanteando el terreno en las anteriores visitas, sabía que podía triunfar. Así que con un par de frases insinuantes y unas miradas ya muy cómplices, conseguí invertir papeles y tenerle a mi disposición en aquel sillón tantas veces odiado y que esa tarde se transformó en un maravilloso y apasionado lecho de placer. Y por supuesto fue todo muy profesional, higiénico y sin peligro alguno.