Aunque en algunos lugares del mundo todavía existan dificultades en el acceso a los anticonceptivos, si miramos atrás, la mayoría de las personas podemos dar gracias a quienes hicieron posible que hoy en día tengamos mayor acceso a los métodos contraceptivos para poder disfrutar de las relaciones sexuales de manera sana y sin temores. Y es que el camino de todo lo relacionado con la sexualidad, la educación sexual y en particular los anticonceptivos, nunca ha sido fácil debido a sus numerosos detractores.
Uno de los hombres más obsesionados con el sexo, que convirtió su vida en una cruzada contra todo lo que él consideraba pornográfico, fue Anthony Comstock, quien llegó a estar al frente del Sevicio Postal de EEUU y contribuyó en la creación de la “Sociedad Neoyorkina para la Supresión del Vicio”, encargada de la supervisión de la moralidad pública.
Comstock estaba convencido de la necesidad de leyes para proteger a las familias, niños y adolescentes de la pornografía (para él educación sexual era lo mismo que pornografía). Y así, en 1873, consiguió que el Congreso aprobase una ley federal que prohibía el transporte a través del correo de productos obscenos, inmorales o lascivos, conocida como “Ley Comstock” contra la obscenidad.
De esta manera, podía confiscarse cualquier cosa relacionada con la sexualidad (libros, panfletos, periódicos…), y estaba prohibida la producción de cualquier método o publicación de información sobre contracepción, aborto, enfermedades venéreas (como se llamaban entonces a las infecciones de transmisión sexual) … o donde simplemente hubiera incitación al divorcio.
Su concepto de lo que podía ser obsceno era tan amplio que incluso prohibió al servicio postal el envío de libros de texto que contenían imágenes de anatomía para los estudiantes de Medicina.
Dicha ley permitía que se pudiera abrir el correo de cualquiera y llegó a procesar a cientos de personas, llevando a algunas de ellas incluso al suicidio (como sucedió con Ida Craddock, defensora de la libertad de expresión y derechos de las mujeres).
Por su parte, Margaret Sanger, enfermera, escritora, educadora sexual y activista para el control de la natalidad, se enfrentó a Comstock fundando Plannet Parenhood (actualmente esta asociación forma parte de la Federación Internacional de Planificación Familiar de Estados Unidos, la mayor promotora mundial de contracepción). Sanger, tuvo un papel importante en el movimiento americano por los derechos reproductivos. Fue acusada de violar la Ley Comstock por el envío de folletos sobre el control de la natalidad a través del correo, y tuvo que vivir en el exilio. Pero no se rindió y años después consiguió que la ley fuera declarada inconstitucional, siendo derogada en su mayor parte en 1936. Esta mujer se encargó también de recaudar fondos para el desarrollo de la píldora anticonceptiva, que no fue legalizada hasta pocos años antes de su muerte.
Durante bastantes años los condones estuvieron prohibidos en Estados Unidos. De manera que tras la Primera Guerra Mundial muchos soldados norteamericanos volvieron a casa con infecciones de transmisión sexual.
Por otra parte, tras la Primera Guerra Mundial, muchos países de Europa (como Francia y Alemania) enfrentaron un descenso demográfico y, en consecuencia, para aumentar la natalidad, se prohibieron los métodos contraceptivos.
Ya durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos fomentó el uso del condón para evitar enfermedades, y a partir de ahí su aceptación fue en aumento. Sin embargo, la Iglesia Católica (que siempre tuvo una postura contraria al uso del profiláctico al sostener que el único fin del sexo es la procreación), ha seguido luchando durante muchos años contra los anticonceptivos. Algunos dirigentes de esta Institución llegaron a afirmar que los condones no son útiles para evitar la epidemia de SIDA porque el virus puede atravesarlos, ¡nada más alejado de la realidad!
Estos son sólo algunos ejemplos de cuántos obstáculos tuvieron que enfrentar los métodos anticonceptivos para llegar hasta hoy. Como vemos, separar la sexualidad de la reproducción y poder tener acceso a los contraceptivos ha supuesto siglos de lucha. Una lucha por los derechos sexuales y reproductivos que no cesa aún para muchas personas, sobre todo mujeres, en diversas partes del mundo. Por eso, quienes sí que lo tenemos más fácil para tener relaciones sexuales seguras no deberíamos olvidarnos de ellos.
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