El condón. Aunque los conocidos preservativos masculinos de látex, que se usan actualmente, apenas tienen unas décadas, hace siglos que se utilizaban fundas para el pene hechas de distintos materiales. De manera que hacer un recorrido por la historia sobre este elemento, nos lleva a ver el papel que tuvo en distintas épocas y civilizaciones, y por qué ha llegado hasta nuestros días.
Al parecer, existen algunas pinturas del Paleolítico y también murales egipcios de más de 3 mil años, donde se muestran figuras usando algún tipo de envoltura alrededor del pene. Se conoce sobre el uso de fundas hechas de tripas de animales desde la antigüedad. También existe evidencia del uso de preservativos de lino y piel de cocodrilo por los egipcios. En China y Japón parece que estaban hechos de papel de seda impregnado de aceite, incluso de caparazones de tortuga. Sin embargo, se desconoce la función exacta de esas fundas, que en algunos casos podía ser anticonceptiva, o simplemente para proteger el pene de golpes o picaduras.
En el siglo II a.C. los soldados romanos comenzaron a usar fundas para el pene hechas de intestinos de cordero o vejigas de cabra, para protegerse de enfermedades sexualmente transmisibles. Los romanos pensaban que esas enfermedades eran castigos de la diosa del amor, Venus, y tal vez de ahí vendría el nombre de las que después se conocieron como enfermedades venéreas.
Fue en la Europa del siglo XVI, ante epidemias de sífilis y gonorrea, que el Dr. Gabrielle Fallopius escribió por primera vez desde la ciencia médica sobre unas fundas de lino impregnadas con un líquido antiséptico para prevenir el contagio de estas enfermedades. Cuando se comprueba que estas fundas también evitaban embarazos no deseados comienzan a popularizarse, elaborándose de materiales más finos como intestinos de pez o de cordero para que fueran menos incómodas.
Así en el siglo XVIII surge la primera tienda de preservativos en Londres, aunque al principio eran tan caros que únicamente se los podían permitir los ricos, que solían frecuentar prostíbulos.
Sobre el origen del nombre “condón”, parece que fue alrededor de esa época, aunque no existe mucho acuerdo al respecto. Tal vez podría venir del latín “condus” que significa receptáculo, o “condere” que significa proteger.
A mediados del siglo XIX surge un nuevo método de fabricación, consistente en la vulcanización del caucho, dando a los preservativos mayor elasticidad y resistencia. Esto posibilitó su fabricación masiva y que fueran más baratos. Se trataba de condones que se lavaban y eran reutilizables.
Posteriormente, ya en el siglo XX, con la aparición del látex, los preservativos se hicieron más finos y cómodos. Y pasaron de reutilizables a ser de un solo uso.
Sin embargo, a mediados del siglo XX, con la llegada de la píldora anticonceptiva, los condones cayeron en decadencia, volviendo a popularizarse, cuando por la epidemia del VIH empezó a morir gente en todo el mundo. Así el preservativo se consolida como el único método que protege a la vez de embarazos no deseados y de infecciones de transmisión sexual.
Actualmente es fácil acceder a ellos, se pueden comprar en numerosos establecimientos como farmacias, supermercados, máquinas expendedoras, etc. Además, se proporcionan de manera gratuita en centros de planificación familiar.
Por otra parte, hoy en día el mercado ofrece una gran variedad de condones de diferentes tamaños, colores, sabores, texturas, con espermicida, con estrías, que retardan de la eyaculación, extra resistentes, extra finos… Y existen también condones de poliuretano para las personas que presentan alergia al látex.
Finalmente, no podemos olvidar en esta historia del condón, que a finales del siglo XX surgieron los preservativos femeninos. En primer lugar se hicieron de poliuretano, aunque posteriormente ha aparecido un nuevo tipo fabricado con un material sintético denominado nitrilo, algo más barato. Aunque los condones femeninos son menos conocidos y usados, entre otras cosas, porque suelen ser más caros que los masculinos, son más resistentes que los condones masculinos de látex. Además, tienen la ventaja de proteger también la vulva de la mujer del contacto genital, ofreciendo mayor protección frente a las ITS. Y es importante también destacar que al colocarse directamente en la vagina (incluso varias horas antes si se desea), ofrece la oportunidad de ser la propia mujer quien controle su uso.