¿Lo hacemos en el coche?

El coche, cuando lo tenemos, es uno de los sitios más socorridos para practicar sexo. Reconozcamos, como hace Amy, que el lugar tiene su puntito. ¡Marcas de automóvil! ¿para cuándo un coche sex friendly?

¿Cuándo fue la última vez que follásteis en un coche? Quizás no haga mucho, o quizás seáis de esos o esas que se vanaglorian de haber superado ya esa etapa de hacerlo en sitios incómodos. Pues yo acabo de tener una fabulosa experiencia en el vehículo de un amigo.

Reconozco que lo del sexo en coches tiene sus pros y sus contras. Y que, por supuesto, no es lo mismo hacerlo en un amplio monovolumen que en un coqueto mini. Confieso que a mí es algo que me ha gustado mucho desde siempre. Siempre me ha resultado muy apasionante. No tener espacio para desnudarte, para tocar a tu pareja a gusto o tener la excitante sensación de que alguien pueda verte

Ilustración de Francisco José Asencio Ibáñez.

Cuando de jovencita empecé a tener relaciones íntimas completas era indispensable disponer de un sitio donde hacerlo, y dado que mi nivel adquisitivo no me permitía otra cosa y mis padres salían poco, además de retozar de mala manera en algún parque, esta era mi única opción. Claro que mi suerte fue dar con chicos que tuvieran coche. Con poca edad y buena flexibilidad esas primeras veces son estupendas.

¡En cuántos asientos delanteros, sentada sobre el chico de turno, no habré aprendido yo a meter bien las marchas: de la primera a la quinta! Otras veces nos explayábamos en el asiento de atrás y todo ese espacio nos daba para practicar todo el catálogo de posturas existentes. Lo más difícil por entonces era encontrar el sitio adecuado donde aparcarlo, lejos de las miradas de los más curiosos y sobre todo lejos de cualquier fuerza del orden.  Hasta que entramos en el circuito de las “parejitas con coche”, y descubrimos cuáles eran los sitios a los que todas las parejas solían ir: normalmente descampados, sitios de difícil acceso, y por supuesto oscuros. Eran muy divertidos los escasos segundos en los que, al acceder a estos espacios con los faros encendidos, eras capaz de intuir las posturas con las que estaban disfrutando los demás dentro de sus coches. Del mismo modo si te pillaban a ti en el momento justo de desprenderte del sujetador y abrir los brazos para mostrarte en plenitud a tu chico, corrías el riesgo de que el faro de otro coche te iluminara cual cañón de seguimiento a Beyoncé y todos pudieran calcular sin problemas el volumen de tus pechos. Aunque lo que siempre me resultaba más cómico era la solidaridad que se creaba entre los usuarios de estas zonas. Si alguna vez, uno de los coches se quedaba atascado porque había metido las ruedas en terreno complicado, enseguida salían montones de chicos de la oscuridad que, a medio vestir, ayudaban diligentemente al afectado a sacar su vehículo.

Lo que fuera con tal de no tener a nadie incordiando alrededor o teniendo que llamar a la grúa. Porque ese fue el caso que le sucedió a una amiga mía, la cual una noche, estando ya casada, decidió salir de la rutina con su marido, con tal mala suerte que su coche terminó metido en un arenal del que no pudieron sacarlo hasta que la grúa fue a buscarlos. El conductor de la misma, que conocía a la perfección la zona de tantos servicios prestados allí, tuvo además la osadía de amonestarles por su comportamiento llegando a insinuar incluso, si mi amiga no sería una chica de compañía.

En mi día a día, todavía surge en alguna ocasión la posibilidad de volver a la juventud y disfrutar del sexo dentro de un coche perdido entre las dunas de una playa o los pinares más alejados. A veces por salir de la rutina y otras porque las ganas no nos permiten llegar a ningún domicilio. ¡Y me encanta! La capacidad de adaptarnos a los asientos ya no es la misma que teníamos con veinte años. Ahora hay que ir casi pidiendo permiso a tu acompañante para bajarle los pantalones sin que le pueda afectar a su lumbago, o pensando cómo no dejar de estar elegante mientras pasas una pierna por el cambio de marchas sin manchar la tapicería. Pero cuando las ganas de pasarlo bien son muchas se puede con todos esos inconvenientes.  Además las dificultades ayudan a romper el hielo, cuando es necesario, y a echarte unas buenas risas que es de lo que también se trata en el sexo.

Y a todos aquellos que nunca habéis tenido ocasión de probarlo me gustaría deciros que lo intentéis. Una experiencia interesante que nunca está de más.

 

 

 

 

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