Seguro que conocéis ese dicho antiguo que mucha gente utiliza para echarte en cara cuando estornudas, y es que te has constipado por estar con el culo al aire. Pues hay que reconocer que tiene una parte de verdad. Al menos a mí me pasa con demasiada frecuencia.
Cada vez que mi pareja actual y yo tenemos un intensivo de sexo nos podemos pasar las horas desnudos por la casa. Y como es un piso antiguo de esos de techos altos y mucha humedad, la calefacción se nota poco y, al final de nuestras maratonianas sesiones de lujuria, siempre termino estornudando sin parar.
No es que salgamos mucho de debajo del edredón, pero cada dos o tres horas hay que recuperar fuerzas y comer algo, creo yo. Esto en sí mismo no supone ningún problema. Lo malo viene en el paso siguiente, cuando te llenas de mocos y te pasas el tiempo tosiendo. Principalmente porque a mí me gusta más tener la boca llena de otra cosa mucho mejor que de flemas. Y sí, ya sé que suena asqueroso, pero sinceramente ¿a quién no le ha sucedido nunca?
Yo estaba en pleno 69 cuando me vino un ataque de tos de esos que no solo estuvo a punto de hacerme vomitar, sino que mis convulsiones, nada eróticas, hicieron que golpeara a mi amado con mi maravilloso centro del placer. Y, claro está, según la confianza que tengas puedes llegar a tomarlo con naturalidad y hacer bromas de ello, pero si no es ese el caso lo lógico es quererte morir de la vergüenza. Y estoy hablando de si te pasa a ti, pero ¿y si es a tu pareja a quien ha invadido el virus de la gripe? ¿Y si está comiéndote la boca con pasión y te das cuenta de que se ahoga porque apenas puede respirar o, lo que es peor, sientes cómo asoman esos fluidos por su nariz? De nuevo y en función de la confianza que tengáis actuaréis de un modo u otro, pero lo cierto es que es una situación muy incómoda.
Tampoco es buena suerte tener preparada una cita que esperas con mucha ilusión y que cuando llegue el gran día la fiebre se haya hecho con tu cuerpo y el calentón que tengas no sea el que tu ansioso amigo espera encontrarse. Aun así, con un poco de maña y cariño por parte de vuestro acompañante, os aseguro desde la experiencia, se puede disfrutar mucho compartiendo tu calor externo e interno.
También podría hablaros de alergias, que las hay de muchos tipos, con ellas he vivido casos tan inverosímiles como el de aquel novio que tuve alérgico a la penicilina. Aquello era algo que yo desconocía. Mejor dicho, no conocía que llegara al extremo que llegó el día que, mientras me hacía un fantástico cunnilingus como de costumbre, empezó a faltarle el aire y a ponerse morado. De repente, no supimos qué estaba pasando, pero por los síntomas él lo tuvo claro y me preguntó enseguida si yo estaba tomando antibióticos. Efectivamente los llevaba tomando varios días para mi infección de oídos, pero ¡quién iba a imaginarse que su alergia fuera tan exquisita y los percibiera tan abajo!
Por el contrario, tuve un principio de amante que no quiso acercarse a mí más de la cuenta debido a que la primavera había hecho florecer junto con los naranjos por todo mi pecho una ingente cantidad de rosados y enormes granos. Ante el temor de contagiarse decidió dejar pasar de largo una estupenda noche de pasión que nunca tuvimos ocasión de recuperar. ¡Eso que se perdió!
En fin, ¡todo un mundo el de las enfermedades más cotidianas que no deberían interponerse entre nuestro placer y nosotros! Y con las que hay que aprender a convivir para no perder la oportunidad de disfrutar en ningún momento.