La Historia no ha reservado un lugar privilegiado a las mujeres en ningún aspecto, pero menos aún en todo lo relacionado con la sexualidad. Es por ello que, si nos remontamos al siglo XVIII, para encontrarnos a una mujer con gran poder, que mantuvo numerosas relaciones sexuales extramaritales sin ningún pudor, esto no podía pasar desapercibido. Así sucedió con la zarina rusa Catalina II.
Se la conoce como Catalina “La Grande” porque su reinado, que se extendió entre 1762 y 1796, supuso una época de expansión del Imperio ruso. Esto fue así gracias a sus grandes dotes políticas que la convirtieron en uno de los más importantes gobernantes de Rusia.
Ekaterina Alekséyevna, que era su nombre real, fue conocida principalmente por su desinhibición sexual que escandalizó a la sociedad rusa de su tiempo y dio lugar a continuas habladurías. También numerosos historiadores han escrito sobre sus costumbres sexuales.
Se trataba de una mujer muy culta, que seguía los ideales de la Ilustración, y dio el mayor impulso a las artes en Rusia. Poseía una gran colección de piezas de arte y literatura y, además, le gustaba escribir poemas y obras de teatro. Conoció a algunos filósofos de su tiempo, como Voltaire, con quien mantuvo correspondencia durante años y quien la llegó a calificar de erudita.
Se casó con el duque Pedro III a los 16 años, pero se dice que éste sufría problemas de impotencia, por lo que la zarina saciaba su enorme apetito sexual con numerosos amantes, a quienes mimaba concediéndoles riquezas y altos cargos.
Al parecer, Catalina no se importaba con los rumores acerca de sus amantes así que no los escondía. En realidad, no hacía nada diferente a lo que otros emperadores habían hecho anteriormente, y es que coleccionar amantes siempre ha sido habitual en los hombres con poder. Pero el hecho de ser mujer y tener deseo sexual la llevó a ser vista como una de las mayores ninfómanas de la Historia.
Sobre los amantes de la zarina, algunos eran nobles y otros cortesanos, pero principalmente se decantaba por hombres más jóvenes que ella, incluso 40 años menor. Se dice que les hacía pasar, antes de nada, por un reconocimiento médico para asegurarse de que no tenían infecciones de transmisión sexual, y que posteriormente otras mujeres los ponían a prueba para ver si estaban bien dotados y eran buenos en la cama.
Existen algunas fotografías sobre una habitación erótica, dentro de uno de los palacios donde vivió la emperatriz. Dicha estancia fue descubierta durante la II Guerra Mundial por soldados soviéticos, quienes se encontraron con gran cantidad de muebles decorados con falos y vulvas, así como todo tipo de objetos de carácter sexual. Sin embargo, muchas de estas imágenes se han perdido y también la mayoría de los objetos.
Su fama llegó a la posteridad por su deseo sexual desmesurado y sus extravagantes gustos sexuales (relacionados con la zoofilia y su atracción por los caballos). La leyenda cuenta que Catalina falleció cumpliendo su deseo de ser penetrada por un caballo, pero la realidad es que sufrió una apoplejía.
Una mujer inteligente y culta que gobernó un país, siglos atrás, y se permitió la libertad de mostrarse desinhibida sexualmente ante la sociedad de su tiempo, la Historia se encargó de convertirla en leyenda sexual, invisibilizando así sus logros políticos y maximizando sus hábitos sexuales.
La habitación erótica de Catalina la grande
de Tony Miskatonic