Hoy es uno de esos días en los que salgo de casa pletórica, satisfecha y relajada. Anoche tuve una sesión amatoria estupenda. Cuando encuentras una pareja complaciente, solo puedes hacer una cosa: ser egoísta. Ser egoísta y disfrutar con los cinco sentidos. Después ya le llegará su turno, en otro momento, otro día. Pero, ¡qué bueno es dejarse hacer cuando ves que tu chico está disfrutando tanto como tú mientras te procura todo el placer del mundo!
Nos tumbamos en el sofá a ver una película, por ejemplo, da igual la hora, y una vez que suelta el mando sólo tiene manos para mí. A veces es un masaje en los pies. No importa si los tengo cansados o perfectos, pero empieza a presionarme las plantas de los pies, por todas esas zonas tan importantes en reflexología podal, para continuar con cada dedo uno a uno, y todo el cuerpo me descansa sin pretenderlo.
Otras veces me ataca el pelo. Tumbada sobre él como una niña pequeña, sin connotación sexual alguna me acaricia la melena, con cariño, me rasca con suavidad el cuero cabello haciendo que me estremezca al principio, y a veces que me duerma sosegada al final. En otras ocasiones son mis pechos los que se llevan el premio, y me toca como sin darse cuenta. Mete la mano por mi escote y busca un pezón con el que entretenerse mientras sigue el hilo de su serie favorita. Sin prestar atención, como quien estuviera comiendo pipas, manosea mis tetas con dulzura, con fuerza a ratos, con toda esa enorme mano que adoro y a la que soy adicta. Y me deja inmóvil, cual pajarito posado en su cuerpo. Cuando llega la hora de dormir son mis nalgas las que consiguen toda la atención y enganchado a mi culo para conciliar el sueño, me va sobando y calentando el trasero hasta que le vence el cansancio. Por supuesto, yo mientras solo disfruto y disfruto a la vez que me divierte.
¡Pero no creáis que solo me gustan las caricias de este tipo! Los otros estilos de masaje también se le dan fenomenal y puedo estar horas deleitándome con ellos. Puede que comiencen como el principio de un encuentro íntimo, pero la mayoría de las veces son casi protagonistas absolutas. Después de desnudarme, me quita las bragas con lujuria y me coge por las caderas para tantearme, para plantearse si me lame o me acaricia, si me ataca sin rodeos o se hace de rogar. Sin embargo cuando decide que me va a recorrer por dentro y por fuera me excita tanto antes de comenzar como cuando se enfrasca en hacerlo. Esos dedos por mi pubis, abriéndose paso para llegar a mi clítoris con fabulosa habilidad, entrando y saliendo a humedecerse en mi sexo, van dejando a su paso un inmenso reguero de placer que suele culminar en un orgasmo intenso siempre con ganas de más, y es entonces cuando pone aún más empeño. Su destreza para darme el masaje vaginal perfecto me regala minutos de placer extremo, y sin descanso se esmera en no dejar ni un solo rincón de mi interior sin tocar. Con pericia y maestría me prodiga distintos orgasmos que me hacen redescubrir mi capacidad de sentir el éxtasis en grados diferentes y más de una vez ha conseguido de mí ese squirt que tanto nos cuesta a las mujeres, dejándome borracha de placer.
¡Así que seamos egoístas! ¡Aprendamos a disfrutar de todas las maravillas que un buen amante puede hacer con y por nosotros! Y, obviamente, seamos capaces de corresponder en la justa medida cuando tengamos la ocasión!