Todo tiene su final, y a ella le había llegado el suyo. Mi fiel compañera había cumplido con su cometido como una campeona desde el primer día, pero el tiempo le había pasado factura. Mi cama se había roto. Se fracturó la pata inferior derecha una noche loca que me encontraba en plena euforia sexual. Y aunque logré equilibrarla con un ladrillo que no sé por qué motivo tenía en casa, ya nunca fue lo mismo. Así que tras una rápida visita a unos grandes almacenes de origen sueco le busqué una sustituta.
Mi habilidad con las manos es conocida por muchos como insuperable, sin embargo para el uso de herramientas tengo que admitir que no lo es tanto, por lo que tuve que solicitar que un montador viniera a instalarla y dejármela presta para su disfrute, tanto de noche como de día.
¡Y vaya si lo hizo, aunque no en el orden previsto!
No esperaba yo que aquella famosa franquicia tuviera entre su personal a semejante ejemplar masculino de origen nórdico, lo cual, para variar de producto nacional, me pareció fabuloso. Le pasé de inmediato al dormitorio para que, después de retirar la antigua, tal y como me habían prometido que haría, dejase la nueva ubicada directamente. Y yo no sé cómo pasó, pero una cosa llevó a la otra, y hablando, hablando de lo poco que llevaba en España, de las costumbres de uno y otro país, etc., en un pis pas, este vikingo, se abrió tanto a mis deseos que no le dio tiempo más que a desempaquetar, y no precisamente la caja del mueble por estrenar.
Llevaba yo ya varios minutos siendo montada muy mañosamente, usando una metáfora fácil, y llevaba él un buen rato cabalgando y penetrándome con ardor guerrero, cuando justo en el momento en el que íbamos a llegar al clímax, la pata sustituta que aún sujetaba la vieja cama cedió y me sentí alcanzada por aquel sueco en lo mas profundo de mi ser al caer los dos bruscamente al suelo. Ni que decir tiene que nos estuvimos riendo un buen rato mientras rodábamos por allí tirados. ¡Qué verdad es que cualquier hora es buena para disfrutar de los placeres de la carne! Porque a mí me pareció un aperitivo fabuloso a la una del mediodía. Aún así después de aquella arriesgada fiesta improvisada, nos tomamos un refresco para recuperarnos y le dejé espacio y tranquilidad suficiente para que se dedicara a su auténtico cometido.
Reconozco que me despedí con pena de esta compañera que me había servido fielmente hasta el último momento. Pero hay que saber despegarse en la misma medida de los objetos y las personas que han significado algo en nuestras vidas, y seguir adelante con nuevos enfoques, y una buena decoración siempre ayuda.
Así que igual otro día me acerco por la tienda y me busco algún otro mueble que tengan que venir a montarme.