Descubrir los intersticios de nuestra sexualidad, es muy probablemente uno de los mayores placeres a los que puede optar el Ser Humano.
Jugar y divertirnos es otro de esos grandes placeres de la vida. Y si los unimos, ¿estamos obligados a innovar y descubrir nuevos rolidos, nuevas posturas, o nuevos placeres con juguetes o implementos? ¿O podemos también abrazar la simplicidad voluntaria para descubrir lo que prístinamente nos excita, y provoca una erección de nuestro lado más sensual y atrevido?
Para nada estamos en contra, ni mucho menos, del uso y la promoción de juguetes y artículos eróticos. Todo lo contrario, pues pueden ayudar a descubrir recónditas aristas de nuestra sexualidad. Placeres ocultos, y un largo etc.
Pero, en los tiempos que vivimos de prisas y velocidad, muchas veces olvidamos lo importante, la esencia de las cosas. Y no está de más recordar que los juguetes son precisamente accesorios, objetos y cosas prescindibles, para conseguir los objetivos que nos planteamos y perseguimos en torno al sexo: placer, diversión, autodescubrimiento…
En muchas ocasiones, derivadas de la repetición de actos o rutinas –y a veces incluso, derivadas de la monogamia y el costumbrismo–, nos encontramos aburridos y apáticos ante nuestra propia sexualidad y la de nuestro compañero o compañera de travesías hedónicas.
No es motivo de este artículo indagar en las múltiples posibilidades que pueden originar dicha apatía sexual, pero nos atrevemos a pronunciar que en la mayoría de casos, además de poder solucionarse con ayuda de juguetes o implementos sexuales junto con las modificaciones y cambios que se requieren, han de brotar de otro costal: de nosotros mismos, del planteamiento de nuestros propios pensamientos y valores. Y no tener miedo a abandonar la orilla de la certidumbre de nuestros viejos hábitos, a veces, es un requisito fundamental.
Y una vez realizada esa evolución personal, ese camino, que seguramente comenzó con un chute de hormonas en la adolescencia; estaremos preparados para añadir a nuestra estantería todos los juguetes y puzles que deseemos, pues enriquecerán nuestra experiencia, y no nos frenarán en ese constante camino de crecimiento en la evolución de nuestra sexualidad.
Caricias, miradas, besos y abrazos, son juguetes que no se pueden comprar en ninguna tienda, y son requisitos fundamentales para dar sentido al amor, al sexo, a una saludable sexualidad, que muchas veces nos quieren hacer creer que podemos comprar en grandes superficies –en estas fechas, adornadas bajo multitud de luces navideñas–, pero no es así. No necesitamos solo caros artilugios para desarrollar nuestro lado más salvaje, el más atrevido, o el más sensual y delicado.
A veces, solamente necesitamos algo más de tiempo: tiempo para pensar y reflexionar sobre lo que realmente queremos y necesitamos. Tiempo para probar, jugar al ensayo y error en la cama, y equivocarnos, como tantas otras veces nos podemos equivocar en el resto de nuestras acciones. Tiempo para compartir. Tiempo para invertirlo en lo que realmente importa. Que desde luego, si tenemos cubiertas nuestras necesidades básicas (y la mayoría las tenemos): seguramente no necesitemos desperdiciar nuestro tiempo en ir de compras.