¡Que importante es la buena educación! Nunca se valora lo suficiente. Y hay muchas ocasiones en las que es indispensable para conseguir lo que de verdad se quiere.
– ¡Pídemelo por favor! ¡Ruégamelo! ¡Pídeme que haga el favor de follarte!
Hasta ese momento creo que nadie me había pedido nunca con tanto énfasis que pidiera algo con educación, exceptuando a mi madre cuando yo era pequeña, y obviamente por otros motivos. Lo que si tengo claro es que nunca me había sentido tan excitada de oír una petición así.
Pero el tiempo que mi chico llevaba besándome y dándome placer con sus grandes y fabulosas manos por todo mi cuerpo había sido suficiente para hacerme desear ir más allá. Con lo cual no tuvo necesidad de insistirme muchísimo.
Sin embargo tengo que reconocer que al pronto me resultó chocante la solicitud, porque yo le necesitaba imperiosa y rápidamente en mi interior y me lo negó repetidas veces hasta que me explicó cómo debía pedírselo. Nunca nos habíamos tratado de ese modo, por eso me había sorprendido tanto. Siempre nos habíamos dicho directamente “hazme esto” o “hazme aquello” sin más, así que el tener ahora unas normas nuevas, lo convertía en un juego diferente con un enfoque muy divertido y apasionado.
A partir de ese momento y eso sí, siempre sin avisar, intentando pillar desprevenido al otro, nos exigimos pedir ciertas prácticas con buenas maneras. Ahora, los juegos se eternizan intentando no llegar a dar al otro lo que desea. Cada uno tiene su propia medida y decide cuándo es suficiente o cuando está bien expresado y con la suficiente educación como para concederlo. Es un juego de ligera dominación. Y eso da mucho morbo cuando, por supuesto, es consentido por ambas partes.
Y tengo que reconocer que me divierten muchísimo más los momentos en los que hago esperar a mi pareja, que los que me producen a mí esas tremendas ansias de tener que pedir que me hagan disfrutar. De modo que cuando en mitad de una felación empiezo a parar el ritmo y de repente vacío mi boca para decir que me reclame despacio y con educación lo que necesita que yo le haga, mi chico se vuelve loco y hay veces que no le salen ni las palabras.
– ¿Por qué paras? ¿Qué pasa?
– ¿Sigo? ¿Quieres que siga? Pues si quieres que siga ya sabes que tienes que pedirlo bien… ¡No te oigo! ¿Cómo dices?
¡Si es que no hay nada como las buenas maneras para conseguir lo que se quiere!