Las desigualdades de género siguen latentes en muchos aspectos de nuestra sociedad actual. Y en el sexo, muchas de esta diferencias, clarifican hasta hacerse cristalinas.
Ya hemos hablado en muchas ocasiones de brecha de género, de machismo y de otras iniquidades sexuales. Nuestra compañera Laura escribió recientemente sobre machismo en Japón, y hoy, vamos a profundizar en la brecha orgásmica que hay entre hombres y mujeres. Vamos a extender los hilos del patriarcado hasta los rincones más íntimos y personales del género humano, pues como defiende Paola Domanti, experta en género y doctorada en Intervención Social y Estado del Bienestar, en La brecha orgásmica, las relaciones sexuales heterosexuales están sujetas a las mismas relaciones de poder que existen en otros ámbitos de la vida.
¿Por qué no hay igualdad entre géneros frente al orgasmo?
María de Elena Amor, en un artículo homónimo al nuestro, se hace eco del libro de Domanti para resaltar la magnitud de esta brecha orgásmica. Y la realidad es que:
- Han tenido orgasmos siempre en sus relaciones: el 33% de mujeres frente al 75% de los hombres. Es decir, 3 de cada 10 mujeres frente a casi 8 de cada 10 hombres.
- Han tenido orgasmos habitualmente en sus relaciones: el 65% de las mujeres frente al 95% de los hombres. Algo más de la mitad de las mujeres frente a prácticamente todos los hombres.
- No siempre experimentan orgasmos en sus relaciones: el 75% de las mujeres frente al 28% de los hombres. Casi 8 de cada 10 mujeres frente a menos de 3 hombres de cada 10.
- Nunca experimenta orgasmos en sus relaciones: el 20% de mujeres frente al 2% de los hombres. Es decir, por cada hombre que no tiene orgasmos nunca en sus relaciones, hay 10 mujeres en la misma situación.
Seguramente no haya una sola respuesta al interrogante de la brecha orgásmica. Pero coincidimos con quien apunta en el análisis multifactorial, que comparte rasgos idénticos a la brecha de género en materia económica o laboral.
Pensamos que se puede explicar por una conjunción de factores socioculturales machistas, que priorizan el bienestar y el placer de lo masculino frente a los demás. El bienestar y el placer propio frente al ajeno. Pues todos sabemos (y nótese la ironía) que las mujeres son mucho más serviciales, y uno de sus cometidos y roles sociales ha sido el de procurar bienestar y satisfacer a su marido, especialmente dentro de casa.
Estos roles de género machistas, que todavía dan coletazos en algunos contextos, están despuntando incluso en la actualidad en algunos contextos. Es el acervo cultural que explica la realidad de sociólogos, sexólogos e investigadores. Y a su vez, son prejuicios y sesgos que consciente o inconscientemente acrecientan las diferencias.
La brecha orgásmica es un granito de arena más que añadir al montón de las desigualdades entre hombres y mujeres.
Y no solamente se explica por el egoísmo masculino o la fisiología de la testosterona. Ni por el aumento de la prevalencia de eyaculadores precoces en la primera mitad del siglo XXI; sino que hemos de atender a la herencia cultural que ha fagocitado el complejo engranaje de la economía de consumo en la que vivimos.
Una economía de mercado que “vende” el cuerpo de la mujer cosificado; como si de un bien de consumo o un servicio se tratara. Una sociedad, que como bien describe Polanyi en La gran transformación ha confiado en el libre mercado y la autorregulación por encima de sus posibilidades. Una sociedad industrial que dejó de poner los intereses y el bienestar de las personas, para sustituirlo por la individualidad y el lucro característico del capitalismo que conocemos.
Y en este contexto, en el que estamos, quizá se puede entender un poco mejor que al igual que hay desigualdades socioeconómicas entre las personas, las hay y seguramente las sigua habiendo en lo relativo al sexo mientras sigamos anclados en la mentalidad que nos dicta el mercado, y no en los consejos de nuestra conciencia.