Siguiendo en línea con el artículo sobre asexualidad que escribí hace unos meses, hoy vengo a hablaros sobre la construcción de la orientación en la asexualidad.
Tal y como comenté en mi antiguo artículo, lo vuelvo a comentar para aquellos que se adentran hoy a leer este post, las personas asexuales se definen como aquellas que no sienten deseo sexual hacia a otras personas o falta de orientación sexual en sí mismas. Recordemos que hablamos de asexualidades en plural porque hay muchas formas de vivir/se dentro de esta orientación
¿Pero cuáles son las dificultades que se puede encontrar una persona en el transcurso del descubrimiento de algo tan identitario como es la orientación? Pues bien, hoy vamos a tratar de resolver esa duda a la par que, espero, sea una excusa que nos invite a pensar y sensibilizarnos sobre otras realidades.
Entendemos que la diversidad es un imperativo, por lo que no se debe interpretar que lo que se vaya a comentar en este artículo pueda representar todos los casos de asexualidad. Mi intención es tratar los problemas más comunes y abrir la veda a la discusión.
Bien, dejando estos puntos claros, lo primero que debemos tener en cuenta es que es una orientación invisibilizada. Muchas veces incluso por muchos profesionales. ¿Qué impacto puede tener esto? Imagínate sentir algo de lo que no existe mucho reconocimiento
¿Como te sentirías? Sin referentes, ni información, estás experimentando sensaciones que no puedes identificar ni reconocer. Y cuando vas a buscar información no es tan fácil acceder a ella como en el caso de otras orientaciones con un largo recorrido de lucha y visibilización. Pese a que, por suerte, cada vez existen más fuentes de información, ésta sigue siendo escasa.
Por ese motivo es una orientación que debe mucho a la misma comunidad de asexuales, pues en la mayoría de ocasiones, son ellos mismos los que promueven un activismo activo y luchan por más reconocimiento.
Esta falta de referentes hace que se inicie una búsqueda personal en la construcción de la orientación; en este replanteamiento de tu propia orientación, la persona puede pasar por diversas prácticas normativas y no normativas que pueden resultar insatisfactorias.
Y este proceso no se da en un ambiente estéril libre de influencia. Vivimos en una sociedad que por un lado es opresiva y por otro extremadamente sexualizada. Romantiza y dictamina cómo debe ser el sexo. Cuanto más mejor, no importa cómo. Y entre todo esto, ¿cómo una persona, que se está descubriendo en las interacciones con los demás, se construye? Pues en muchas ocasiones por la misma presión social. Pasa por muchas experiencias insatisfactorias hasta que al final descubre que eso se debe a que es una persona asexual.
En otras palabras, cuando uno siente una falta de deseo sexual, en esta sociedad tan sexualizada, es fácil pensar que tal vez se deba a que no ha encontrado su orientación antes que pararse a pensar que quizá no la tenga. Y de ese modo, empezar una búsqueda infinita tras esa orientación, tras esa práctica que despierte ese deseo que la sociedad te dice que debes tener hacia alguien o algo.
Y ese proceso es peligroso. Todo ello porque la falta de referentes en la asexualidad en una sociedad altamente sexualizada puede desembocar en que la opción asexual sea planteada solo en último término o directamente ni se plantee. Por contentar a su pareja la persona cede sin permitirse el lujo de descubrirse y escuchar su cuerpo. Puede llegar a pensar que hay algo malo en ella , que está rota o incompleta cuando eso no es así. Simplemente es que tiene otra orientación.
¿Entre todo esto cómo podría una persona vivir su sexualidad de forma libre y segura?
Encontrando espacios seguros donde poder experimentar y sobre todo escuchar a su cuerpo. Es un ejercicio realmente complejo: el hecho de desconectar de los deseos, aspiraciones y expectativas que los demás tratan de imponernos a veces sin ser conscientes. Como siempre la comunicación. La persona con la que deseas compartir tu tiempo debe entender como eres y querer estar contigo por lo que eres.
