-¡Quítate esa máscara y déjame ver tu cara! ¡Déjame ver a la dueña de ese cuerpo que ha conseguido arrancar de mi boca tantos jadeos! Ahora que ya hemos follado no es necesario mantener por más tiempo el misterio.
-¡Claro que sí! Ahora más que antes, no te hace falta en absoluto conocerme y yo tampoco quiero saber quién ni cómo eres. Nos despediremos con este divertido secreto, así sin más.
Y estas fueron las últimas palabras que mantuve con un amante ocasional al que conocí bíblica y muy satisfactoriamente en un baile de disfraces hace ya unos cuantos carnavales.
Y es que no hay como llevar un buen antifaz para desatar las pasiones más profundas de Don Carnal. ¡Qué mejor ocasión para ligar con un desconocido! ¡Pero que él también lleve oculto su rostro, por favor! Así podrás fantasear conque aquel que está deleitándote con unas fabulosas caricias vaginales podría ser tu vecino buenorro del quinto, o aquel jefe madurito interesante que tuviste, o quién sabe si el cachas del taller mecánico.
Esa sublime sensación del anonimato permite ser quien quieras. Te ayuda a comportarte como mejor te plazca sin tener que dar más explicaciones de por qué llevas tal o cual disfraz, si acaso, o te puede servir como tema para iniciar una conversación. Bromear con un desconocido enmascarado, imaginártelo como mejor desees, flirtear sin saber quién se oculta tras el negro antifaz del zorro o la máscara del hombre araña, debería ser un fantástico aliciente para cualquier persona con ganas de echar un buen polvo carnavalesco.
En cualquier calle, en cualquier fiesta, de día o de noche, ponte un disfraz alegre pero sugerente, tentador, mágico y ocúltate bajo su protección. Enfoca toda tu atención en alguien que te atrape por su caracterización, su maquillaje, por su sombrero, por la imposibilidad de intuir su rostro, pero que te muestre un cuerpo atractivo y deseable. Busca a quien puedas insinuarte sin contarle nada de ti, sin descubrirle tu realidad e inventa personajes. El tuyo y el suyo. Y si, tras el primer cruce de palabras picantes y pecaminosas, hubiera conexión corred a una esquina oscura, a los baños de un bar, a una habitación de hotel y abandonaros a los placeres de la carne. Besaros si la máscara lo permite, y si no, sólo tocaros, y disfrutad. Pero nunca os descubráis. Gozad de lo enigmático del sexo con alguien a quien no ves y no verás. Mete tus manos por sus pantalones, si en su disfraz los llevara, y pellizca su culo, frota su entrepierna y ponle a cien. Déjale que cuele las suyas por tus pechos y te acaricie con ansias. Que baje hasta tu pubis y se deleite en recorrerlo. Y mientras intentáis hacer coincidir vuestras miradas por entre los pequeños huecos del antifaz susúrrale lo que te gusta, lo que necesitas que te haga, y ve explicándole a la vez cómo son tus ojos. Pídele que te cuente si los suyos son grandes, si son de su color real o forma parte de su vestimenta, o si su personaje es pasional o sumiso.
Y cuando llegue el momento de dejaros llevar del todo, con las ropas a medio quitar o desnudos por completo, divertíos con lo misterioso de no saber contra quién estáis frotando vuestro cuerpo, ni quién os está haciendo gemir y saboread el sexo enigmático y furtivo escondidos tras vuestras máscaras, sin olvidar nunca mantener bien disfrazado y con seguridad el miembro de vuestro amante masculino para no correr riesgos innecesarios.
¿No os parece un plan muy excitante? Yo ya estoy pensando qué ponerme porque desde luego estos carnavales pienso repetir.