Amor. Tema del que se ha escrito mucho y del que se sabe tan poco. Tanto en la perpendicularidad del tiempo como en la verticalidad del extenso terreno de nuestro planeta, todas las culturas humanas han conocido el concepto del amor.
O eso creemos.
El amor, como uno de los conceptos abstractos dentro del ideario humano, carece de una definición exacta y cuantitativa. Lo que significa no se puede definir más que explicando las características que le atribuimos y las acciones que éste nos hace cometer. Pero, como bien sabemos hoy en día, nuestro conocimiento viene delimitado por nuestro idioma y nuestro ideario de cierto compendio de palabras. Por no mencionar el del propio auto concepto de las ideas abstractas basadas en nuestra sabiduría y experiencia propia. Lo que hace que el mismo concepto del amor pueda variar entre personas pertenecientes a la misma cultura e idioma.
Entonces, si el concepto del amor varía radicalmente entre dos personas dentro de una misma cultura, ¿cómo puede entenderse entre dos individuos de diferentes culturas cuyos orígenes e idiomas son radicalmente distintos? Esa es la pregunta a la que vamos a responder.
Aunque parezca extraño, y como ejemplo, los primeros en encontrarse con el problema de entendimiento entre culturas son los traductores. Google y su traductor han conseguido que traducir un texto, prácticamente desde cualquier idioma, parezca simple y rápido, aunque seguro que todos nosotros, más de una vez, hemos encontrado alguna respuesta extraña al recibir una traducción excesivamente literal, palabra por palabra. Eso mismo sucede con el amor.
El concepto que en español llamamos amor, nunca ha tenido una traducción literal ni un igual exacto en otro idioma, sin que esto sea ni mejor ni peor. ¿Por qué? El propio concepto del amor varía dentro de la misma cultura a través de su propia historia, moldeándose según los ideales y necesidades de su momento histórico. Por ejemplo, no entendemos de la misma forma el amor ni lo definiríamos igual ahora que en el siglo XIX, aunque en ambos momentos usemos el castellano.
Si a esto le añadimos que cada cultura tiene su propia evolución que ha hecho cambiar sus propios autoconceptos, encontramos que aunque casualmente dos culturas puedan definir de forma similar sus propios conceptos de lo que nosotros llamamos amor, siempre tendrán matices que, aunque insignificantes a primera vista, pueden marcar un mundo de distancia entre dos personas que comparten una relación.
Y aunque, a nivel personal, pienso que la pluralidad del concepto de esta emoción, la gran variedad de formas de amar y de entender el amor es lo que debería enriquecer al ser humano, la realidad es que la inflexibilidad para entender este concepto va más allá de los límites predefinidos de nuestra cultura y nuestra experiencia y se convierte en el principal problema de entendimiento entre las personas a nivel intercultural.
Todo concepto de amor trae consigo una serie de pautas de comportamiento que queremos imitar y esperamos recibir de nuestra pareja. En ocasiones, de forma paranormal, esperamos que la otra persona lea nuestros pensamientos o, simplemente, creemos que ambos debemos entendemos el amor de la misma manera y nuestra pareja debe saber lo que se espera de su conducta sin necesidad de que se lo digan.
Esta misma problemática se encuentra en las relaciones interculturales. Uno espera recibir las conductas ligadas a nuestro propio concepto de amor mientras que nuestra pareja, de la misma manera, está esperando recibir de nosotros conductas relacionadas a «su» concepto del amor. Esta dinámica, a menudo, no nos deja ver aquello que sí estamos recibiendo, ya que solamente prestamos atención a lo que no recibimos. Pues los medios de expresión del amor, el mismo lenguaje del amor, es algo que también varía según la cultura.
A todo esto hay que sumarle toda una variedad de prejuicios que a menudo te hacen tener una imagen de la relación y de tu pareja completamente diferente a la realidad. Por ejemplo, tu concepto de amor te hace tener una serie de expectativas que no se tienen porqué cumplir o tu conocimiento, a menudo prejuicioso, de la etnia de tu pareja te hace estar pendiente de ciertas conductas que no tienen porqué ser reales. Como guinda del pastel, en ocasiones, la diferencia del idioma crea una falta de entendimiento que ni siquiera con un alto grado de conocimiento del mismo puede llegar a salvarse.
Muchos estaréis pensando que todas estas problemáticas pueden llegar a solucionarse con hablar, comunicarse, ser abierto de mente y tolerante hacia otras culturas. Pero como todo en su exceso es malo, también en ocasiones el exceso de tolerancia por razones culturales puede traer la desgracia a una relación. En ocasiones, esgrimir la diferencia cultural como motivo para tolerar todas las conductas de tu pareja puede acabar borrando tus limites personales. Y de esa forma, acabar permitiendo y tolerando, en perjuicio de tu salud y bienestar, conductas que jamás hubieras tolerado.
Como en toda relación, el éxito de ésta se debe asentar en un equilibrio entre la tolerancia y el conocimiento de uno mismo. Donde no se deba actuar de forma prejuiciosa, pero donde uno tampoco deba diluirse hasta desaparecer por tolerar cualquier acción por el bien de la relación.