La química del amor
Si me preguntáis cuál es la forma física del amor os mostraría la imagen de la oxitocina, hormona que se segrega en tres momentos fundamentales de la vida; al hacer el amor, en el proceso del parto y durante la lactancia materna.
Esta hormona, encargada de formar los vínculos afectivos es, por así decirlo, «la droga del amor», la encargada de los mimos y la hormona de la confianza.
Hace un tiempo se pensaba que esta hormona tenía como función únicamente producir las contracciones durante la labor de parto así como la secreción de leche durante la lactancia materna, por lo que era considerada la precursora del vínculo que se creaba entre los mamíferos madre-hijo. Centrándonos en la sexualidad genital existen diferencias entre ambos sexos en cuanto a la secreción de oxitocina. Durante la autoestimulación previa al orgasmo y durante las relaciones sexuales, éstos suelen ser más altos en mujeres que en los hombres. En el caso de las mujeres multiorgásmicas, muchas de ellas son capaces de llegar a picos más altos de oxitocina durante el segundo orgasmo y, según sus descripciones, llegan a elevar la intensidad de los mismos. Teniendo en cuenta la fase refractaria del hombre, período de recuperación después de la eyaculación y que dura mucho más tiempo que en la mujer, podemos concluir que ellas están mejor dotadas fisiológicamente para experimentar orgasmos genitales de más alta intensidad.
Según la doctora Helen Fisher, antropóloga y autora de Anatomía del Amor, el amor romántico no es una emoción sino un sistema de motivación cerebral. Cuando nos referimos al cóctel del amor romántico, hablamos de tres componentes químicos:
- El deseo, formado por andrógenos y estrógenos.
- La atracción que se encuentra impulsada por niveles elevados de dopamina y norepinefrina, así como por bajos niveles de serotonina
- Y el apego compuesto por oxitocina y vasopresina que, como hemos dicho anteriormente, pueden ser más elevados en algunas mujeres que en la mayoría de los hombres, debido al potencial multiorgásmico de ellas.
Para no aburriros con tanta química del amor os diré, hablé ya de ello en mi post titulado «Del amor romántico al amor verdadero«, que es posible convertir esa fase tan intensa de amor romántico, desenfrenado y loco en un amor sólido, auténtico y duradero. Y precisamente, para que esto suceda debemos seguir cultivando la oxitocina y ¡hacerla presente en nuestro día a día!
Y es que cuando sentimos amor real y profundo, no solo hacia nuestra pareja sino también hacia nuestros hijos o familia, es porque la oxitocina corre por nuestras venas.
¿Cómo cultivar ese amor?
Valorando y ayudando a nuestras parejas y a nosotros mismos. Estos dos preceptos que generan confianza y seguridad deben estar siempre presentes y los debemos aplicar a diferentes aspectos y etapas de la relación, incluso en aquellos momentos difíciles o durante los problemas de crianza de los hijos, que debe ser de los dos. Es curioso cómo en el libro antes mencionado, Anatomía del amor, se hace alusión a que las mujeres fértiles jóvenes responden sexualmente a hombres mayores que tienen dinero y poder por la sensación de seguridad que ellos les transmiten, sin referirnos a aspectos económicos banales ya que, a nivel evolutivo, lo que brinda seguridad es tener una pareja que demuestre un amplio sentido de protección, ya sea del tipo que sea.
De forma instintiva las mujeres siempre observan acciones en sus parejas en este sentido, os pondré un ejemplo resultante de una encuesta (libro Vagina de Naomi Wolf) realizada a un grupo de mujeres, incluidas bisexuales y lesbianas, preguntadas sobre los acontecimientos en los que han llegado a sentir alguna pulsión (latido, emoción) más habitual de lo normal hacia su pareja: «Y sentí esa pulsión cuando mi novio me recordó, haciendo la compra, que me faltaba comida para mi gato», «Sentí esa pulsión cuando tenía frío andando por la calle y mi pareja se quitó el abrigo para dármelo», «Sentí esa fuerte pulsión cuando vi por primera vez a mi pareja interactuar con su hijo». Sin embargo, esta misma encuesta realizada a hombres da como resultado que ellos valoran más los detalles que sus parejas realizan en función a la preocupación por su bienestar. Esta no es una cuestión de ser hombre o mujer, solo tiene que ver con que la oxitocina y el amor fluyen en momentos cotidianos en los que se demuestra el interés y el cuidado.
Es importante mencionar que esta pulsión no se siente únicamente en compañía sino también cuando de forma independiente realizamos alguna acción importante que nos genera amor propio y satisfacción dando lugar, en ese momento, a una inmensa sensación que invade todo el cuerpo, inunda nuestro corazón y muchas veces nos hace llorar de emoción. ¿Quién no ha sentido esa gran pulsión al cruzar la línea al terminar un maratón? ¿O al subir una cima y contemplar un hermoso paisaje después de invertir un gran esfuerzo en escalar? ¿O cuando alguien ha publicado su primer libro, termina una obra de arte y escucha los elogios? En todos esos momentos sabemos que hemos hecho mucho por nosotros mismos, sintiendo un gran amor propio.
Estimulando nuestros sentidos. La oxitocina es una hormona tímida y debemos a veces echarle una mano. En los momentos eróticos debemos ser cuidadosos con muchos aspectos, como las flores y velas que enriquecen nuestra vista, el olor estimulante a perfume de la persona deseada o cualquier otra acción que enriquezca la situación. La intensidad de las sensaciones siempre es directamente proporcional al ambiente, cuando queremos tener un encuentro erótico plenamente satisfactorio deben existir ciertas condiciones para que la oxitocina pueda fluir de forma adecuada.
¿Por qué pasa esto? Nuestro cerebro, que rige nuestras conductas, junto con la corteza cerebral o córtex (sustancia gris que cubre la superficie de los hemisferios cerebrales y en donde se desarrollan la percepción, la imaginación, el pensamiento, el juicio o la decisión) y el neo córtex (en donde se encuentran las funciones más evolucionadas y que se activa con cualquier pensamiento, preocupación y situación racional) controla nuestros pensamientos y preocupaciones. Ya sabemos que es muy difícil poder desconectar del día a día y que podemos llegar a tener problemas en nuestra sexualidad por estar preocupados y no poder desconectar. Crear un ambiente adecuado nos ayuda a «engañar» a nuestro cerebro y permite aumentar el flujo de oxitocina que hará que disfrutemos más plenamente del encuentro erótico.
Os doy una recomendación, no solo para hacer el amor sino para el día a día, y es que la oxitocina fluye mejor bajo un ambiente de intimidad por lo que es importante crear un entorno en el que nos sintamos seguros, sin prisas, sin riesgos. La oxitocina prefiere la luz tenue, sentir un ambiente acogedor, un entorno bello y ordenado. La belleza estética siempre estimula el erotismo y los sentidos.
Éstos preparativos, y la participación en el momento, deben ser responsabilidad de la pareja no de solo de una de las partes. Ambos deben dejar ver «el interés» por crear este ambiente, pieza clave para perpetuar el amor. Mostrar el interés del uno por el otro hace el amor palpable.
Como terapeuta he tenido casos de mujeres que han dejado a algunas parejas, a pesar de que existía una buena relación, por su olor, que no tiene que ver con la falta de higiene o de perfume. Los seres humanos se comunican a través de señales químicas subconscientes que producen una activación cerebral que condiciona la elección de pareja. Así, por ejemplo, para mujeres y hombres homosexuales, determinados olores masculinos como el olor axilar y las feromonas que desprenden ayudan a relajar y crear entornos de seguridad y alivio. Así que recostarse entre la axila y el pecho mientras se reciben caricias puede generar buenas descargas de oxitocina.
Fomentando los abrazos, los mimos y las caricias. Los abrazos y el contacto piel con piel son esenciales para la supervivencia. Todos los seres humanos necesitamos, como mínimo, una dosis de nueve abrazos al día y mientras más nos abrazamos de manera efectiva más oxitocina segregamos en nuestro cuerpo. Las personas que están estresadas, al recibir un abrazo cálido se calman inmediatamente y lo mismo sucede con las caricias, que son completamente sanadoras. En terapia recomiendo que cuando la pareja debe comunicar algo que quizá la otra persona no lo va a tomar de forma muy satisfactoria, les acaricien mientras lo cuentan tranquilamente. La respuesta muchas veces es asombrosa, gracias a la secreción de oxitocina que ayuda a mejorar el nivel de comprensión.
Aprendiendo a escuchar. Es fundamental que la pareja se comunique y sea capaz de hablar de todo, aun estando cansados. Hablar de sus cosas, de lo que les interesa, de lo que ha pasado en el día. Al interactuar se crea un sistema de complicidad que eleva el amor y ayuda en la sexualidad.
Avivando las miradas. Mirarse a los ojos siempre para hablar, mirarse a los ojos solamente porque sí. La mirada tiene que ver con el comportamiento de las hormonas espejo y nos brinda información acerca de lo que los demás piensan de nosotros. Los ojos contienen proyecciones nerviosas que llegan directamente a la estructura cerebral y eso es clave para crear empatía. El cruzar la mirada nos vincula. El contacto visual directo requiere confianza y la comunicación a través del mismo nos conecta día a día.
Siempre recomiendo mantener lejos los móviles o la televisión en esos momentos exclusivos de pareja. Esas actitudes, que ayudan a mirarnos y a escucharnos, aumentan la confianza en uno mismo y en la pareja. Las nuevas tecnologías, los nuevos estilos de vida hacen que nos miremos menos, nos abracemos menos, que vayamos más deprisa y que no pongamos la atención el uno en el otro. Cuidemos esa intimidad, seamos creativos sexual y eróticamente, acompañemos todos los días con un «te quiero» sentido. Con un abrazo real, cuerpo a cuerpo.
Texto editado y corregido por Más Allá del Placer.