Existen tantas formas de amor y tipos de relaciones sexuales como personas y parejas hay en el mundo.
Hoy comparto con vosotros una experiencia muy personal a través de un artículo muy diferente, en donde os invito a descubrir que hay ataduras que nos liberan, porque componen una unión auténtica y mágica entre las personas que las practican y crean entre ellas un hilo conductor de emociones. A estas ataduras emocionales las llamo yo Bondage.
Si nos ceñimos a lo que entendemos por Bondage diremos que es una práctica incluida dentro del BDSM pero que, sin embargo, se practica con diferentes fines desde hace mucho tiempo, que se puede desarrollar entre personas sin ningún vínculo emocional y entre quienes construyen o sienten un profundo vínculo de unión sensitiva con ataduras.
Si definimos las ataduras en el bondage dentro de un contexto más artístico y erótico nos encontramos con la disciplina del Shibari (atadura) y el Kinbaku (inmovilización, atar fuertemente mediante cuerdas que ejercen presión y marcan sin dolor, causando cierto placer.)
El bondage es una gran expresión de erotismo y sensualidad.
Pero, ¿por qué estas ataduras físicas nos pueden llegar a producir esta sensación de unión? La razón es sencilla, en este arte la presión de las cuerdas se da en puntos sensibles y sobre determinadas zonas erógenas siendo su roce suave o ligeramente áspero dependiendo del tipo de cuerda que se utilice. A nivel psicológico lo que nos despierta la erótica y el placer es la sensación de sentirse manejada(o), acariciada(o) por las cuerdas y por las manos de quien ata. Su manipulación, el contacto con su respiración, esa energía que desprende la tensión sexual generada durante toda la sesión hace que éste se convierta en un juego muy sensual y en un gran vínculo de complicidad entre los participantes.
Si se juega con la suspensión del atado se siente además el balance, el movimiento, la sensación de volar y se pierden los referentes.
Los efectos psicológicos por prácticar esta disciplina van mucho más allá, pueden ser muy potentes porque se generan grandes dosis de endorfinas y de adrenalina, porque nos sentimos indefensos, porque nos abandonamos totalmente a merced de atador, porque se convierte en un gran ejercicio de relajación y sobre todo porque es un gran acto de confianza ya que debemos sentirnos totalmente seguros y con la certeza de que seremos liberados, dando toda la responsabilidad a quien te está atando.
En el arte erótico la estética de esta práctica juega un papel fundamental por la disposición de las cuerdas, que ayudan a realzar las formas corporales de la persona atada creando una maravillosa contorsión erótica del cuerpo por las figuras que el mismo adopta y por las expresiones y emociones del rostro del atado.
¡Un gran ejercicio para elevar la comunicación en pareja !
Atar es una forma de comunicación y unión muy íntima. Uno de los elementos fundamentales, desde el inicio de la sesión hasta que ésta termina, es saber crear un espacio personal para compartir, una especie de burbuja entre dos, en donde no exista ningún tipo de interrupción, solo la propia concentración de los participantes. Se necesita un ambiente cómodo, íntimo, tranquilo, verificándose constantemente en esta dinámica la sensación de bienestar. Todo ello va a favorecer a que ambos participantes desconecten de cualquier otra situación externa y dediquen ese momento a la pareja, lo que va a permitir que aprendan a observarse y a percibirse de formas distintas.
Muchas veces, por el ritmo de vida actual, limitamos las formas de comunicación con nuestra pareja a los textos, a hablar pero sin mirarnos a los ojos, a hacer la comida, a preparar lo que necesitamos para el día siguiente, a responder mensajes, a resolver temas pendientes de trabajo e, incluso, si hay hijos a atenderlos, desarrollando una linea de comunicación en donde no estamos centrando nuestra atención sobre la pareja.
Durante una sesión con ataduras podemos sentir el lenguaje corporal de ambos, los gestos, cómo el cuerpo responde al tacto, las sonrisas que se dibujan, la excitación que crece… sentimos lo que yo llamo «La magia de las cuerdas». Poco a poco nos damos cuenta de que las respuestas fisicas y psicológicas van ligadas a las emociones y a las sensaciones que vivimos, pudiendo percibir también el estado de ánimo de nuestra pareja, sus gustos, y sus buenos y malos momentos. ¿Por qué? Porque elevamos en ese momento el nivel de las vías de percepción sensorial, para que la comunicación y la dinámica de la práctica sean completas.
La experiencia con las cuerdas es fabulosa, es común que la pareja atada llegue a un estado de relajación elevado, a un «estado de trance» pero que, con el fin de reducir los riesgos, se encuentre al mismo tiempo mínimamente en alerta estando el que ata pendiente de lo que le sucede a su cuerpo y preguntando constantemente cómo se encuentra, ayudándole a regresar a un estado normal de conciencia para percibir las diferentes sensaciones y verificando el estado de su circulación sanguínea o detectando algún síntoma que pudiera producir algún daño físico.
Práctica consensuada
Una vez terminado el juego, la vuelta al estado de conciencia debe realizarse al ritmo del atado, el cual debe tomarse para ello el tiempo que necesite, agradeciendo a su pareja los momentos vividos, el aprendizaje y la experiencia. La comunicación entre ambos es aquí muy importante, el «after care» nunca debe faltar, así como el poder dialogar de lo que la sesión significó y generó de manera erótica, emocional y física para ambos.
Termino este artículo compartiendo con vosotros lo que han significado las cuerdas y ataduras para mí, para mi relación de pareja y la forma de desarrollar mi amor. Él, mi pareja, es el mi artista, el que crea un escenario diferente para mí en cada sesión, desde el ambiente en la casa hasta la temática elegida para ese día (festividades, cambios de estaciones…), el que me convierte en esa musa que le inspira a pensar y a crear momentos para sorprenderme y para admirar después de cada sesión.
En las cuerdas está implícita esa unión consensuada, nosotros aprendimos con ellas a comunicarnos a través de los sentidos y con ello hemos conseguido elevar y enriquecer nuestro diálogo verbal, a tocarnos y a abrazarnos más, a aceptar cuándo necesitamos mejorar algo, pero también hemos descubierto cómo no frustrarnos cuando no estábamos en condiciones óptimas para compartir y crear esos momentos . La sesión perfecta puede ser planificada pero también las más bellas que he sentido han sido las más espontáneas. Él, con sus cuerdas, ha sido y es mi inspiración para escribir, mi gran maestro.
Él se ha convertido en mi gran artista, un ser creativo: «Yo nunca fui un artista, hasta que te conocí y te convertiste en mi inspiración».
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Todas las imágenes son propiedad de Gret de Lou.
Texto editado y corregido por Más Allá del Placer.