Agresiones sexuales, ¿por qué me quedo paralizada?

La paralización física y mental durante una agresión sexual es una respuesta natural a la situación de estrés, miedo y amenaza que se está viviendo. Lamentablemente este hecho se percibe como un "consentimiento" a lo que está sucediendo. La psicóloga y sexóloga Loli Pozo Ortiz, nos explica por qué pasa y cómo esto puede causar la revictimización de las víctimas.

«No. Que no me resistiera no quiere decir que disfrutara de la agresión sexual».

Una frase que desafortunadamente tienen que decir con demasiada frecuencia víctimas de agresiones sexuales, como si fuera necesario que se justificaran.

No. La culpa no es tuya. Imagen de Más Allá del Placer.

Una víctima de violencia sexual no solo sufre el daño por la agresión recibida, sino que también sufre la revictimización que la discrimina, le otorga culpa y llega a justificar a su agresor. Es muy necesario no normalizar esta situación, en la que se minimizan los hechos, se complica el acceso a la justicia y lleva a que los miedos y las dudas se apoderen de la víctima que está pasando por un martirio.

No tiene que justificar ni la ropa que lleva, ni la hora, ni si había bebido o no y, ni mucho menos, por qué su cuerpo en ese momento no reaccionó y no pudo oponer resistencia. Todo esto supone la revictimización de la víctima. Una revictimización que se lleva a cabo por parte de autoridades, la sociedad e, incluso, por familiares y personas cercanas. Lo más grave es que es algo que no solo dificulta su sanación, sino el acceso a la justicia.

Diariamente podemos escuchar, leer o ver en la tele cómo se emiten juicios acerca del comportamiento de las mujeres durante y después de una agresión sexual. La realidad es que no hay una forma ideal o adecuada de actuar ante un acto tan despreciable. Cada caso de violación es diferente y cada víctima tiene su propia historia. Es imposible saber lo que se vive en esos momentos y es fundamental visibilizar la importancia de no juzgar a las víctimas ni mucho menos responsabilizarlas.

Con este texto me gustaría colaborar explicando por qué la mayoría de las víctimas de agresiones sexuales no consiguen reaccionar o resistirse. Dejando claro a todas esas mujeres que han pasado por una situación de agresión sexual o violación que no deben sentir culpa por cómo reaccionaron y que no deberían tener que explicar por qué reaccionaron de esa determinada manera en ningún caso.

Según parece, es común creer que la reacción primaria ante un ataque debería ser la lucha (arañar, morder, resistirse…) como forma de autodefensa. Parece que se olvida que nuestro instinto de supervivencia también se compone de reacciones como la huida o el bloqueo y que no siempre nos activa e impulsa a la acción.

No hay una forma correcta de actuar ante una situación de agresión. Imagen de Más Allá del Placer.

Entonces, ¿hay una forma correcta de actuar ante una agresión sexual o violación?

No.

No hay una forma correcta de actuar ante una agresión sexual. No hay una forma universal ni más apropiada de reaccionar y es imposible saber cómo vamos a hacerlo ante situaciones en las que se pone en peligro nuestra vida. Hay casos en los que está presente el forcejeo, la lucha; y en otros la huida o paralización. Tanto el cuerpo como la mente intentan actuar de la mejor manera en ese momento para sobrevivir.

Teoría Polivagal de Porges

Porges elaboró la Teoría Polivagal, una teoría que nos va a ayudar a comprender por qué ante una situación amenazante, el cuerpo se paraliza y la mente se disocia, debido al miedo y estrés intenso que hace que se desconecte de la situación para protegerse.

Porges publicó su teoría hace 30 años, es decir, ya en 1993 se publicaban estudios que mostraban la respuesta de parálisis entre las víctimas de violación como una respuesta común, dando una explicación tanto psicológica como biológica a dicha respuesta.

De hecho, en un estudio realizado por el Karolinska Institute de Suecia, en el que participaron 298 mujeres víctimas de agresiones sexuales, los resultados muestran que el 70% presentaron inmovilidad tónica y un 48% de ellas lo hicieron de forma extrema durante la agresión sexual.

Además en esta investigación se comprobó una relevante correlación entre la inmovilidad tónica durante el episodio de violencia sexual y la aparición en los meses siguientes de depresión aguda y estrés postraumático.

Parálisis o inmovilidad tónica durante una violación.

Paralizarse es una repuesta común ante una situación de estrés inminente. Imagen de Más Allá del Placer.

Paralizarse es una respuesta común ante una amenaza que se da en mamíferos y no solo en humanos. Científicamente se denomina “tanatosis o inmovilidad tónica” y consistiría en hacerse el muerto para conseguir sobrevivir. La zarigüeya norteamericana es famosa por su uso. Abre la boca, saca la lengua, vacía sus intestinos y segrega fluidos malolientes para convencer al depredador de que está muerta y se aleje sin hacerle daño.

De hecho, la parálisis o inmovilidad tónica es la reacción cerebral que explica por qué muchas personas nos paralizamos ante una situación traumática o de peligro. Se trata de un estado temporal de inmovilidad motora en respuesta a una situación de miedo extremo. Tanto psicólogos como psiquiatras afirman que se da con mucha frecuencia en casos de violación u otras situaciones traumáticas, como maltratos, agresiones, atracos o accidentes graves.

Por tanto, estamos ante una estrategia básica de defensa de nuestro cerebro que se debe a que la corteza prefrontal, que es la región encargada del pensamiento racional, queda inhabilitada, por lo que nuestro cuerpo responde mediante reflejos y hábitos. La gran mayoría de víctimas de violación describen un estado de parálisis que les impide resistirse activamente, gritar o luchar ante la agresión. Se trata de una respuesta cerebral voluntaria consecuencia de nuestro programa evolutivo cuyo fin último es conseguir sobrevivir.

Disociación durante una violación.

Anestesia emocional y paralización física. Imagen de Más Allá del Placer.

La disociación es otra respuesta refleja común de nuestro cerebro ante una situación traumática y que está presente de forma habitual en las agresiones sexuales. Se trata de una sensación de irrealidad, desconexión de las emociones y de las sensaciones por las que está pasando en ese momento. Muchas víctimas lo describen como si fueran observadoras o le hubiera pasado a otra persona.

Como en el caso de la inmovilidad tónica, es un mecanismo de defensa de la mente cuyo fin es ayudar o proteger a la víctima para que pueda afrontar el trauma por el que está pasando. No es un mecanismo que se active de forma consciente, sino que se da por instinto; y es sobre todo común en víctimas de violaciones y abusos infantiles, debido a que no encuentran otra forma de escape.

La disociación provoca un mecanismo de defensa pasivo que da lugar a anestesia emocional y parálisis física durante el episodio traumático. Es un fenómeno que ayuda a producir opioides, unos neurotransmisores que tienen la capacidad de reducir el dolor tanto emocional como físico, por lo que actúan como un analgésico natural.

Teniendo en cuenta todo esto, podemos comprender por qué muchas víctimas de agresiones sexuales no muestran expresiones de dolor, resistencia y, además, tienen dificultades para recordar lo ocurrido.

La agresión sexual es una de las experiencias más traumáticas que una persona puede sufrir y está en manos de todos ayudar a evitar la revictimización que sufren, una revictimización que agrava sus secuelas ya que viene de parte de especialistas y personas cercanas, en quienes la víctima deposita su salud, seguridad y protección.

“Este cuerpo es mío, no se toca, no se viola, no se mata”

 

 

 

 

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