El aftercare es la expresión anglosajona que utilizamos para referirnos a todos los cuidados que se realizan después de una relación sexual.
Se trata de compartir momentos íntimos después del encuentro erótico, a través de caricias, besos, un masaje, miradas cómplices, un abrazo, un baño juntos, conversar y reír a carcajadas… Y este tipo de cuidados deben darse tanto en parejas estables como en nuestros vínculos casuales. Así, ponemos en valor la importancia de la conexión y el cuidado en el sexo, haya «amor» entre ambos o no.
Por tanto, el aftercare es altamente recomendable independientemente de que las prácticas sexuales sean vainilla (sexo convencional) o formen parte de las eróticas alternativas (sexo kinky) como es el caso del BDSM. Hay 6 elementos clave a tener en cuenta que son:
- Respeto.
- Atención.
- Comunicación.
- Complicidad.
- Empatía.
- Seguridad.
Es importante señalar que este tipo de cuidados tras el encuentro íntimo ayuda también a prevenir sensaciones desagradables como la disforia postsexual, que se da cuando nos sentimos muy tristes y vulnerables después del sexo.
Pero antes de poner en práctica el aftercare, es muy importante la comunicación y apertura con nuestra pareja sexual, preguntándole qué le gustaría hacer o cómo se siente después del sexo. Es clave para que esa atmósfera tan especial que se crea después de que nuestro cuerpo libere una serie de neurotransmisores como la dopamina, la oxitocina o la prolactina, sirva para sentir la cercanía con la otra persona y establecer un ambiente respetuoso, seguro, cercano y confortable.
Los cuidados mutuos posteriores al sexo permiten mejorar la calidad de nuestras relaciones, incluso si no queremos nada serio. Nuestra sociedad asocia estos cuidados mutuos a un vínculo de carácter romántico, como si fuera imposible plantearse este tipo de comportamientos en relaciones líquidas o vínculos casuales ¡Nada que ver!
Actuar de un modo frío o distante para dejar claro que ha sido solamente «un polvo» no casa para nada con la responsabilidad afectiva. A muchas personas les gusta diferenciar entre sexo y amor pero, en ambos casos, debe existir la responsabilidad afectiva y, para ello, los cuidados tanto físicos como emocionales son fundamentales.
Nos desnudamos física y emocionalmente cuando tenemos momentos eróticos, ¡qué menos que cuidar y cuidarnos! Pensemos en nuestra salud mental y sexual cada vez que nos acostemos con alguien. Somos seres emocionales y vulnerables, no somos máquinas.
Después de tener relaciones sexuales, normalmente, revisamos el preservativo (comprobando que no se ha roto), hacemos pipí (para evitar las infecciones), nos hidratamos o comemos algo, lavamos los juguetes sexuales… Pero, ¿practicamos el AFTERCARE? ¿Nos mimaros mucho, nos acariciamos, comentamos cómo nos hemos sentido…? Pues ésto es tan importante como todo lo anterior.
Es cierto que los encuentros íntimos son una mezcla de deseo, improvisación y diversión, pero también es responsabilidad, protección y empatía. Aunque seáis sólo amantes y no le debas exclusividad a la otra persona, es básico e ineludible el cuidado de la salud mental y sexual en cada encuentro, por efímero que sea.
Por último, es necesario destacar que, en cada encuentro que tengamos, pensemos en la importancia de establecer con la otra persona las «reglas de juego«, y ésto incluye nuestros gustos y deseos, nuestros límites y, por supuesto, la necesidad de tener estos momentos de cuidado tras el acto sexual, en lugar de que se den la vuelta a mirar el móvil, se fumen un cigarro, o se queden dormidos ignorándonos. Recordemos que la comunicación abierta y sincera es fundamental para disfrutar plenamente de nuestra sexualidad, no lo olvidemos nunca y seamos siempre responsables y honestos.