El tema que nos ocupa hoy es bastante delicado pero es fundamental tratarlo, ya que debemos visibilizar y combatir los abusos sexuales y violencias. Por tanto, merece toda nuestra atención atender a sus indicadores y graves consecuencias para su prevención y erradicación.
De ahí que siempre insistamos los profesionales de la sexología en la importancia de la Educación Sexual Integral como herramienta que empodere a las personas, de cualquier edad, para saber cuáles son sus derechos sexuales y, también, desarrollar la capacidad de detectar aquellas conductas perniciosas que quebrantan su integridad.
Se consideran abusos sexuales cualquier actividad sexual, sin consentimiento, que atenta contra la libertad sexual de otra persona. Son hechos graves constitutivos de delito y pueden producirse entre adultos, de un adulto a un menor (abuso sexual infantil) o, incluso, entre menores.
Los principales signos por los que se puede sospechar de que alguien ha padecido un abuso sexual son: heridas o hematomas inexplicables, cambios bruscos de humor o problemas de comportamiento, ropa rota o manchada, autolesiones, aislamiento, bloqueo, etc.
A lo largo de este artículo nos vamos a centrar, detalladamente, en el abuso sexual infantil y en los abusos sexuales dentro de la pareja.
Abuso sexual infantil
El abuso sexual infantil es un tipo de maltrato físico y/o psicológico en el que se incluyen actividades sexuales con un menor como insinuaciones, estimulación sexual o tocamientos, visionado de imágenes pornográficas…, que lleva a cabo una persona que actúa desde una posición de poder o autoridad. Dicho abuso suele ser perpetrado por alguien del entorno próximo al menor que, al ser una persona conocida, puede ganarse fácilmente su confianza. Este hecho es, claramente, uno de los que causan mayor impacto y es más dañino, ya que el menor víctima de abusos sexuales pensará que el mundo es un lugar inseguro y que no puede confiar en nadie.
Pero, por desgracia, hay más contextos donde los menores pueden ser víctimas de abusos sexuales como es el caso de Internet. El grooming implica a personas adultas que simulan ser menores y que se ponen en contacto con niños o adolescentes con el fin de ganarse, poco a poco, su confianza para después involucrarles en actividades sexuales.
Existen cuatro fases del grooming: la primera es el engaño, ya que el acosador genera ese lazo de amistad e intimidad fingiendo tener la misma edad que el niño o adolescente. La segunda fase es la confianza, pues el acosador se dedica a obtener información detallada sobre el menor como gustos, actividades de ocio, deseos, etc. En la tercera fase destaca el componente sexual porque, habiendo conseguido ya ganarse su confianza, el siguiente paso es hacerle sentir especial para que realicen juntos actividades con connotaciones sexuales, a través de las redes sociales y el móvil, como es el caso del sexting (envío de fotografías o vídeos de mayor o menor carga erótica). Y la última fase es la extorsión, pues es el momento donde se inicia el ciberacoso, extorsionando a la víctima con el objetivo de obtener material pornográfico, contactar físicamente o concretar un abuso sexual.
Estos peligros reales que existen en las redes sociales ponen el foco de atención en la necesidad de advertir a madres y padres de dichos peligros, además de formar al profesorado de niños y adolescentes para establecer medidas preventivas y de protección a estos menores.
Las consecuencias del abuso sexual infantil a largo plazo son muchas y todas ellas bastante graves como la baja autoestima y el pobre autoconcepto, los miedos e inseguridades, la vergüenza y culpabilidad, las dificultades para relacionarse con los demás, la dependencia, la hipersexualización o el temor al sexo, la depresión, la psicosis, la drogadicción, las autolesiones, los trastornos de ansiedad, el trastorno de estrés postraumático, el fracaso escolar, la inadaptación social, las relaciones familiares y/o personales conflictivas, las disfunciones sexuales (anhedonia, impotencia…), etc.
Abusos sexuales dentro de la pareja
Cuando tu pareja te insiste en mantener relaciones sexuales, a pesar de tú decirle que no quieres o no te apetece, está ejerciendo violencia sexual sobre ti. Si te las exige son abuso sexual.
Muchas personas no son conscientes de que también existen los abusos sexuales dentro de la pareja. Ocurre cuando alguien se niega a mantener o continuar las relaciones sexuales, alegando que no le apetece o simplemente no quiere, pero la pareja le obliga a ello a través del chantaje emocional o de forma física. Las prácticas sexuales exigidas como muestra de amor o fidelidad son abuso sexual.
Insistir de forma repetida es una de las formas más frecuentes de violencia sexual. Se suelen decir frases del tipo: “venga, va, uno rápido”, “anda, pero si te va a gustar”, “seguro que estás con otro/a”, “ya no me quieres”, “ya no te pongo”, etc.
Normalmente se cede a estas presiones y chantajes porque piensan que las consecuencias de no hacerlo son mayores que las de hacerlo. La víctima de estos abusos suele pensar que si lo hace conseguirá que le deje en paz, aunque las consecuencias de estas graves situaciones son realmente nefastas tanto a nivel físico como psicológico para la víctima.
Los efectos de estos abusos sexuales dentro de la pareja incluyen problemas de autoestima, depresión, trastornos de ansiedad o de estrés postraumático, hábitos nocivos como el alcoholismo, bloqueos y aislamiento, vergüenza y culpabilidad, entre otros muchos.
En estos casos se aconseja que, ante una situación violenta o de intimidación, se denuncie lo sucedido ya que no están “justificados” los abusos por mucho que sea tu pareja. No estás obligada/o a ceder ni sucumbir a sus exigencias aunque te insista o chantajee. Cada persona es libre de decidir en qué momento y bajo qué circunstancias mantiene relaciones sexuales desde la responsabilidad, el autocuidado, el establecimiento de límites y, por supuesto, el consentimiento.
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