Los abusos sexuales suelen ser normalmente perpetrados por personas de nuestro entorno y no se dan más en una clase social que en otra. De este delicado tema nos habla la psicóloga y sexóloga Ester Álvarez G.

Cuando una persona, por propia satisfacción, usa a un/a menor como objeto sexual, exponiéndolo/a a experiencias sexuales impropias para su desarrollo emocional y físico, se considera abuso sexual (también conocido como pederastia). Esto puede ser llevado a cabo por un adulto u otro menor de edad, pero siempre en un contexto de desigualdad, donde existe una asimetría de poder, y a través del uso de fuerza, engaño y/o manipulación.

Que no se quiera hablar de ello, por ser un tema tan delicado, no significa que no exista, al contrario. Suele ser un tema tabú porque, generalmente, los abusos sexuales no son perpetrados por desconocidos, sino por alguien de la familia (padre, madre, abuelo, tío, padrastro…) o cercano a esta (vecino, entrenador…). Las personas que cometen abusos sexuales a menores, aunque en la mayoría de los casos son hombres, también pueden ser mujeres.

Este tipo de abuso se produce en todas las clases sociales. Imagen de Pixabay.

Hay que tener en cuenta que este tipo de agresión se produce en todas las clases sociales, pero existen una serie de factores de riesgo, como son: niños y, sobre todo, niñas en edad prepuberal con cierto desarrollo sexual; quienes sufren maltrato; que pertenecen a familias desorganizadas o reconstituidas; y aquellos con retrasos o discapacidades (que tendrán dificultades para resistirse o identificar el abuso).

Los abusos sexuales a menores pueden ser de diversos tipos, incluyendo violencia o no, y sin contacto o con contacto físico. Puede tratarse desde observar al menor desnudo y masturbarse delante de este, hasta tocamientos o penetración (oral, vaginal o anal). Dentro de este tipo de abuso, se incluye también la exposición del niño o niña a material pornográfico y el uso del menor para crear contenidos sexuales.

Dadas las graves secuelas que pueden dejar los abusos sexuales en la infancia, es necesario saber prevenirlos en la medida de lo posible y detectarlos rápidamente si se producen.

Trabajar en su prevención supone comenzar por una educación sexual apropiada a la edad del infante, y constituye un proceso continuo, respondiendo a sus dudas e inquietudes cuando se van presentando. De una manera más concreta, el menor debe conocer la existencia de este tipo de abusos y saber cómo se producen. También es vital que el menor se sienta seguro en su entorno familiar y tenga confianza para poder hablar de ello.

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Cuentos educativos infantiles para prevención de abuso sexual 

 

Por otro lado, es necesario enseñarles a negarse ante propuestas sexuales, sabiendo detectarlas. Por ejemplo, los abusadores a menudo suelen hacerlo proponiéndoselo al menor a modo de juegos íntimos (usando chantajes o prometiendo regalos), con tocamientos en sus genitales, e insistiendo en que no puede contárselo a nadie. Por lo que es importante que el niño o la niña sepa que no tiene que guardar ese tipo de secretos, sino que debe decirlo sin temor, y que nadie puede tocar sus genitales sin su permiso u obligarle a llevar ninguna práctica íntima.

Para detectar el abuso hay que observar al menor y darle información, adaptada a su edad, sobre cómo prevenirlo. Imagen de Pixabay.

Otro aspecto que se debe transmitir al niño o niña, es la certeza de que, si revela que está siendo abusado/a por alguna persona, se le/la creerá y ayudará incondicionalmente.

También es vital, a la hora de detectar que se está produciendo un abuso sexual, observar al menor. Algunos niños muestran gran cantidad de síntomas diversos: cambios en los niveles de agresividad, un aumento de sus miedos, ansiedad, depresión, insomnio, pérdida repentina del control de esfínteres, aislamiento, conductas sexuales impropias para su edad, problemas escolares, etc. Sin embargo, no se debe dar por hecho que si un/a menor presenta alguno de estos síntomas es evidencia clara de que está sufriendo abusos sexuales, sino que deben servir únicamente como indicadores para estar alerta.

A nivel físico existen algunos indicios que nos pueden llevar a sospechar que un menor está sufriendo abusos sexuales, como son heridas en los genitales o la presencia de infecciones de transmisión sexual.

En cuanto a las secuelas de sufrir abusos sexuales durante la infancia, a largo plazo algunas personas muestran rechazo a la sexualidad, por lo que van a precisar de psicoterapia para dejar de sentirse culpables (lo que sucede a menudo), así como volver a confiar en otras personas, recuperar su autoestima, etc.

Ante la revelación de un/a menor sobre que han abusado de él o ella, debemos en primer lugar acreditar en sus palabras, y dejarle claro que no es culpa suya y que no está solo/a.

No olvidemos que denunciar es imprescindible, ya que se trata de un delito, pero, sobre todo, si queremos evitar que quien abuse sexualmente de un menor continúe haciéndolo con otros menores, pues suelen reincidir.

 

 

 

 

 

 

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