Marina llevaba una estadística muy buena, más bien impresionante en los encuentros sexuales sorpresa a través de su aplicación para móviles. Y digo sorpresa, porque pese a que se relacionaba un par de semanas antes por mensaje instantáneo con su pareja y recibía y mandaba unas fotos muy explícitas, a la hora de la verdad, cuando quedaban para conocerse y algo más, la cosa podía funcionar o no. Ese era el riesgo. Porque por mucho que las nuevas tecnologías crean conocer cuales son vuestras coincidencias y las valore muy positivamente, y por mucho que a ti te parezca guapísimo y sexy, y tú a él, hasta que uno no se encuentra cara a cara con ese alguien nunca se sabe lo que puede suceder. Y a veces la chispa no salta, así que te tomas una copa de vino, charlas un poco y te despides amablemente. Pero con mi amiga el móvil había superado sus propias expectativas.
Todos los lunes me contaba con pelos y señales, porque a mi es lo que me gusta, conocer lo propio y lo ajeno, lo fenomenal que le había ido con el tío que la aplicación le hubiera asignado. La mayoría de los chicos eran más jóvenes que ella, y buscaban lo mismo: solo sexo. Sesiones de sexo del bueno y satisfactorio, aunque sin experimentar ni preparar nada especial alrededor. Lo importante es que surgiera la pasión y pudieran consumar dulce o enérgicamente lo que habían estado trabajándose ambos tanto tiempo. A Marina no le gusta llevarse a sus conquistas a casa porque son completos desconocidos y prefiere verlos en algún hotelito modesto o de alto nivel, según se lo pida el cuerpo y se lo permita el presupuesto. Además de lo que está disfrutando, está descubriendo lo diferente que podemos llegar a ser unas personas de otras a la hora de hacer lo mismo. O casi lo mismo. La cantidad de orgasmos que una mujer puede tener en función del estímulo adecuado, y cómo varían los tiempos entre ellos según la sensibilidad y habilidad que cada uno tenga con tu cuerpo. Y hasta ayer Marina estaba plenamente satisfecha y se divertía muchísimo en cada uno de sus encuentros.
Sin embargo cuando el hombre que tienes en la cama no conoce bien el mundo femenino, o es un egoísta, o es tan tímido que no se atreve a hacer, ni a preguntar, todo puede convertirse en un desastre absoluto. Y es que no pueden estar todo el tiempo preguntándote si pueden tocarte aquí o allí, ni si te está gustando cada cinco minutos. Tampoco es buena motivación para una mujer, el estar alardeando constantemente de lo bueno que eres en la cama, según tus amigas, ni de lo grande que la tienes. Crear expectativas muy altas cuando aún no te has desnudado puede ser contraproducente. Sobre todo si cuando te tumbas sin más en lo alto de una chica no eres capaz de pasar la acción porque crees que una relación sexual se basa exclusivamente en pretender que la parte contraria te la ponga dura para penetrarla sin más. Marina intentó explicárselo suave pero claramente. Que podían entretenerse haciendo otras cosas mientras él llegaba a un buen nivel de excitación y que había mucho más con lo que divertirse y que no solo debía pensar en eso. Por lo visto el chico no entendió a mi amiga y siguió buscando su propio placer de un modo muy aburrido y prepotente. Y Marina, que en un primer momento se había hecho una composición de lugar muy interesante con la tarde que esperaba pasar, se sintió tan desencantada que teniendo claro que el sexo si no es para disfrutarlo no tiene razón de ser, le pidió amablemente que saliera de la cama. Lo peor es que el chico comenzó a echarle las culpas a ella y a incomodarla. Así que Marina se vistió y se largó del hotel dejándole allí como un pasmarote.
Lo bueno de una situación así es que se te pasan tan rápido las ganas y se te baja la libido a tal velocidad que no te da tiempo ni a disgustarte. Por eso desde que ha venido a contármelo, Marina y yo no hacemos más que reírnos, y ya estamos buscando a quien venga a compensarla por este ridículo encuentro. Y es que al final aunque sea hablar de sexo fallido con una amiga también resulta divertido.