Sé que el tema de hoy genera mucha polémica y controversia y es debido al desconocimiento profundo y la mirada que se tiene, generalmente, hacia las prácticas de BDSM o sadomasoquistas. La realidad es que muchas personas, incluso grupos feministas, relacionan estos juegos con la violencia y aun más allá con la violencia hacia la mujer.
Quisiera hablar hoy 8M sobre qué es lo que marca la diferencia en lo que puede ser una situación real de violencia, no solamente dentro de una relación BDSM, sino para cualquier tipo de relación. Os daré también algunas pautas muy útiles que nos aportan los juegos eróticos, prácticas consensuadas y que influyen positivamente en las relaciones creando una autoconciencia y mejor conexión interpersonal.
Pero, ¿qué es la violencia y la violencia de género?
Según la OMS la violencia es «el uso intencional de la fuerza física, amenazas contra uno mismo, otra persona, un grupo o una comunidad que tiene como consecuencia o es muy probable que tenga como consecuencia un traumatismo, daños psicológicos, problemas de desarrollo o la muerte.»
La violencia de género es un tipo de violencia caracterizada por estar «dirigida hacia las mujeres con el objetivo directo o indirecto de causar daño físico, emocional, verbal, sexual o económico, en donde las amenazas también representan un ejemplo de ésta.» (Rodríguez, 2013). Y la violencia sexual se refiere a «forzar a una persona a realizar actos sexuales en contra de su voluntad.» (Ramos, Saltijeral, Romero, et al., 2001).
BDSM y sexismo
No debemos mezclar las definiciones anteriores ni calificar el juego de BDSM como un juego sexista que forma parte de la violencia de género o sexual.
Por sexismo se suele entender la superioridad innata del hombre sobre la mujer y por lo tanto el derecho a disponer de su vida en propiedad. Tradicionalmente se ha asumido que el problema de violencia en las relaciones heterosexuales afecta únicamente a las mujeres heterosexuales y que los roles de género estereotipados promueven la suposición de que la pareja sumisa es siempre mujer. Se sigue una suposición similar de que la violencia en las relaciones de dominación y sumisión están dirigidas hacia la parte sumisa. Sin embargo, investigaciones demuestran que es posible que cualquier género abuse de cualquier otro género (Ard & Makadon, 2011; Enos, 1996; Rohrbaugh, 2006). Puede haber una discordancia entre el género tradicional y los roles de poder dentro de las relaciones de dominación y sumisión (McClintock, 1993) por lo tanto no es menos probable que las parejas dominantes puedan ser abusadas por parejas sumisas, independientemente del género.
En el BDSM, en el caso de Amos y sumisas, la mujer que se entrega al hombre lo hace por su propio gusto y voluntad (como parte del juego de rol y por un tiempo pactado) y no porque sea un derecho natural del hombre. Al contrario, entre Amas y sumisos, el hombre se entrega a la mujer de la misma forma y lo mismo sucede con las parejas que cambian de rol durante el juego.
BDSM y violencia
En la esfera de la violencia en pareja, que en ocasiones no se presenta de manera unilateral, existen parejas que utilizan la violencia como forma de resolver sus conflictos. Es su forma de vida. Estas parejas lo hacen todo apasionadamente desde la forma en que pelean, porque no discuten, se separan, se reconcilian, se vuelven a juntar, hacen el amor apasionadamente. Estos son los casos en donde existe una lucha de poder, no existe el diálogo, el consenso o el perdón, ambos buscan la venganza como compensación y quizá afirman quererse más que nadie.
Precisamente son este tipo de parejas las que deben abstenerse totalmente de practicar BDSM. Es aquí en donde hacemos hincapié de que el BDSM no es para todos. Al no ser capaces de llegar a acuerdos, pactar y consensuar en su relación, mucho menos podrían practicar un juego de rol en el que uno tiene el poder y otro se somete. Se convertiría en algo muy peligroso.
La particularidad con la que el BDSM se enfrenta a todo esto es con el consenso y los acuerdos por escrito, los cuales apuntan a que todos los aspectos de la práctica han sido discutidos de forma explícita, valorados y aceptados por cada uno de los practicantes, lo que significa que nada de lo que sucede durante una sesión se realiza de manera arbitraria o con el fin de dañar a los involucrados. Y en caso de que eso suceda, ambas personas tienen la opción de romper dicho contrato.
Por otro lado, la palabra de seguridad (palabra utilizada para detener el juego de BDSM) también marca una diferencia entre el BDSM y la violencia, pues cuando el sumiso/a hace uso de ella toda actividad debe detenerse de inmediato. Además es importante señalar que «la palabra de seguridad» no se usa solamente para parar la incomodidad física, sino también cuando hay incomodidad psicológica, como en la humillación por ejemplo.» (Jozifkova, 2013:2). Reiteramos que dicha palabra puede ser utilizada también por la parte dominante.
Diferencias entre una sesión de BDSM y las agresiones
La experta en BDSM y psicóloga Felina (pseudónimo) en su publicación de «El lado oscuro de las relaciones destructivas» nos explica que a los ojos de las relaciones tradicionales los insultos, los golpes, los forcejeos sexuales son claramente injustificados, son un tipo de violencia. Sin embargo, todo esto existe en las relaciones BDSM y la diferencia no se encuentra únicamente en el pacto y el mutuo acuerdo así como en la actuación libre entre uno o varios participantes, sino que se basa también en el mutuo placer.
Es importante no basarse únicamente en el pleno ejercicio de la voluntad, ya que existen personas que los factores que los impulsan y el deseo que les mueve a hacer estas prácticas es el de agradar y complacer a la pareja. Presentan una baja autoestima y además están siendo manipuladas dentro de una relación de maltrato, en la que su personalidad va siendo poco a poco anulada y el Dominante/a actúa cada vez más allá de sus límites convirtiéndose ésta en una relación de violencia. Aunque teóricamente la práctica se encuentre pactada y consensuada se lleva a cabo por personas sin equilibrio emocional.
Felina hace hincapié en que la agresión comienza cuando la persona que está siendo sometida no puede controlar las acciones, duración, intensidad o frecuencia de la sesión porque física o mentalmente se encuentra incapacitado/a, esto abarca la capacidad emocional o la manipulación emocional de la persona. Es normal que todas las personas o parejas pierdan alguna vez los estribos, lo que no es sinónimo de una mala relación, pero esta no debe de ser la forma habitual de relacionarse entre ellos, sino una excepción.
Menciona la psicóloga Felina en Cuadernos de BDSM- Especial nº 2 que también es difícil distinguir la violencia cuando ha sido pactada libremente. Puede pasar tanto tiempo de manipulación, que la personalidad del individuo se vea completamente anulada y es muy fácil que el agresor se escude en la filosofía del BDSM. Una manera fácil de identificarlo sería observar el entorno de la víctima, una persona en su sano juicio, que tiene el control de su vida, y esa capacidad de decisión, será fácil de identificar ya que en las demás esferas de su vida personal se encuentra completamente funcional, es feliz y capaz de llevar las riendas de otro tipo de relaciones ya sean familiares, con los propios hijos. Es una persona diligente e independiente en el trabajo y en su vida social.
La agresión no solamente puede venir por la parte dominante, la parte sumisa enferma puede llegar a la agresión por medio de la manipulación ejerciendo un poder mental en la parte dominante para obligarles a hacer lo que en realidad no quieren. Los dominantes tienen límites y sobrepasarlos afectará su equilibrio emocional. ( Dulcinea Pitágora, 2015)
Según Jozifkova (2013) algunos puntos para diferenciar las relaciones BDSM sanas de las relaciones de violencia, son:
- La víctima de violencia doméstica o abuso, siente miedo de su abusador. En las relaciones sanas no debe existir este sentimiento, sino al contrario, debe existir un sentimiento de protección y confianza.
- El uso de la palabra de seguridad. Contrario a relaciones de violencia, en las relaciones BDSM, el uso de la palabra de seguridad es primordial. Esto es una garantía de que en el momento en que uno de los practicantes se sienta incómodo, puede detener la escena. Sin embargo, no funciona así en las relaciones violentas donde no suele haber algo que detenga la violencia.
- En las relaciones violentas se busca aislar a las víctimas de sus amigos, familias, colegas, además existir un control del dinero. El abusador trata de controlar el día a día de la vida de su compañero.
- Existen periodos de violencia y reconciliación continuos. La agresividad de los episodios violentos suele ir en aumento mientras avanza el tiempo. Aunque en las relaciones BDSM existe el aftercare, los cuidados y mimos después de una sesión de BDSM, no se consideran como tal una reconciliación, ya que forman parte del cuidado posterior a la sesión.
Queda mucho trabajo por hacer para examinar más a fondo la violencia de género, pero una de las labores más importantes en las que debemos enfocarnos es en proporcionar información y educar a la población en general para que aprendan a diferenciar el abuso de los juegos de BDSM seguros, sanos y consensuados.
En resumen, al hablar de relaciones sanas no hay diferencia entre parejas que practican el BDSM y los que no. Sin embargo, las relaciones BDSM nos muestran que las parejas cuentan con consensos explícitos y acuerdos que les ayudan a mejorar la comunicación de forma constante, así como que revisan de forma frecuente cómo se sienten dentro de la relación y los cambios y mejoras para el bienestar individual y de la pareja.
La clave para lograrlo es estar en una comunicación transparente, explícita y por supuesto alzar las voces silenciadas de todos, todas y todes.
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Foto de portada Gret de Lou. Autor Diego Moser.
Texto editado y corregido por Más Allá del Placer.